miércoles, 14 de octubre de 2009
Un gag
La noche de la inauguración de la nueva cinemateca francesa algunos preferimos ir a ver (o volver a ver) Adieu Philippine. Rozier estuvo allí y nos sorprendió por su espontaneidad y sus conocimientos técnicos. Raras veces, al final de una proyección, habremos tenido esa sensación no ya de no estar perdiendo el tiempo sino de hablar de cine de verdad (algo que también sucede con Jean-Claude Rousseau, que cuando habla de cine, lo que dice es tan interesante como su cine). Una vez más volvimos a verle, esta vez presentando Du côté d’Orouët junto a Menez y fue extraordinario. Cada uno contando a su manera cómo se conocieron, uno en el extremo izquierdo de la sala, junto a la pantalla, el otro en el extremo derecho. Sus testimonios se contradecían, se oponían casi. Y esto lo veíamos en las caras que iban poniendo el uno y el otro mientras se escuchaban. Era un gag. Seguíamos en su cine, en el cine. Ah, los actores… Rozier, cineasta inclasificable, desconocido incluso en su propio país, con sólo cinco largometrajes, algún corto y algunas cosas hechas para la televisión, ha dirigido a los mejores actores de su generación: Menez, Afonso, Richard, Luchini, Villeret, Lefebvre, Risch, Rego… Por no hablar de los no profesionales (Adieu Philippine, definitivamente la mejor película de la nouvelle vague, la más hermosa, la más divertida, la más tierna, la más honesta, la más amplia, la más…; las chicas de Du côté d’Orouët –y mientras escribo esto me digo que qué títulos increíblemente buenos–, los marineros de Maine-Océan…). Para qué seguir. Sus películas tienen la inteligencia, el misterio y la compleja sencillez de los buenos poemas.
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Precisar quizás lo de grandes actores y no profesionales. La particularidad de esos grandes actores era también la de ser actores de cine popular, a menudo en su única incursión en el cine de autor.
ResponderEliminar¿No cree usted que sería hora de releer las entrevistas de Rozier, hacer una selección, traducir y colgarlo del palo mayor?
Como redención por sus amenazas reiteradas de ponerles Du côté d'Orouet en dvd a dos tipejos agotados a las tres de la mañana.
Y por concluir con el estilo memorialístico: ay, Orouet, arrabal playero de Budapest que no fue.