domingo, 30 de diciembre de 2018

el baile del ideograma


Eso que veis ahí, en sombras chinescas, quizás lo podáis adivinar, son una pierna y un abanico, y también son, se supone que son, la segunda parte del ideograma que significa "pan", la cosa es un poco retorcida, detrás de esa ventana viven cinco (o quizás, seis, me cuesta contarlos) estudiantes universitario en plena víspera de un examen final, y lo que quieren hacer es pedirle pan a la chica que trabaja en la tienda de enfrente, así que no gritan, sino que la llaman con un disparo de una pistola de mentira y, cuando ella se asoma, en vez de decirle "pan" cierran las ventanas y hacen, con dos brazos y un aro, la primera parte del ideograma "pan", y luego, con la pierna y el abanico, la segunda parte con la pierna y el abanico, todo prefieren hacerlo así, complicado y gracioso, cuando caminan por la calle van todos cogidos del brazo y andan con un paso que más parece baile que caminar, un paso de lo más complicado, porque no hay razón para hacer las cosas simples cuando se pueden hacer complicadas, complicadas y con gracia, algo así debe de pensar también el cineasta, que no cuenta casi nada y tarda mucho en contarlo, toma todos los desvíos graciosos que puede, la historia es que uno de los cinco (o seis) chicos suspenderá el examen, y eso que tienen un plan perfecto para copiar, un plan que incluye una chuleta escrita en la espalda de una camisa, como van con chaqueta se disimula y pueden levantar para que lea el de detrás, la gracia de esa chuleta es que el que la lleva no puede leerla, porque está a su espalda, así que depende de los otros que también copian, sin la ayuda de los otros no puede aprovecharse del riesgo que corre, si él no ayuda a los otros los otros no le pueden ayudar a él, si hay chuleta tiene que ser colectiva, como el caminar por la calle todos cogidos del brazo, hay que ver también cómo hacen circular la información por el aula, hasta el profe que vigila sirve para, sin él saberlo, hacer que viajen las respuestas, por eso es triste que uno de ellos no apruebe, eran todos para uno y uno para todos, dormían muy pegados todos en la misma habitación, los cinco juntos era un ideograma, los cinco juntos era un sentido, hacían coreografías que quizás se las habían inventado o quizás las habrían visto en el cine, pretendían vivir como si el mundo fuese un musical y el mejor camino para llegar de un punto a otro fuese un camino complicadamente bailado, la juventud es un musical, la juventud es vivir haciendo piña, haciendo ideograma, y eso es algo que quizás se tenga que acabar tarde o temprano, aprobar es también eso, aprobar es empezar a perder el musical, al final de la película adivinamos algo de eso, sólo el que no aprobó sigue estudiando, sigue bailando, sigue teniendo tiempo para la complicación, o quizás fuese otra la historia, no sé, quizás fuese la historia de ese chico y de la chica de la panadería, claro, ella también es linda, ella también es complicada, ella también es indirecta, los dos juntos tienen la gracia de las cosas a escondidas, quizás fuese esa la historia, un pedacito de ideograma separándose, juntándose con otro pedacito, los dos formando un nuevo ideograma, una nueva unidad de gracia y de sentido, como si no se pudiese ser, ay, parte de ese nuevo ideograma y parte del antiguo, como si hubiese que elegir, como si no importase el elegir porque ya el tiempo va eligiendo por uno, quizás fuese eso, quizás, pero el caso es que al final el chico, un año más, baila, todavía baila. 
(Suspendí, pero... Yasujiro Ozu)

domingo, 23 de diciembre de 2018

un beso, un disparo



Veis dos zapatos de tacón, un pie bien apoyado en el suelo, el otro no, y una falda que llega por encima de los tobillos, y enfrente debe de ser un kimono y unas sandalias, y ya algo podéis ir pensando a partir de eso, dos mujeres que no son iguales porque no visten igual, una quizás más moderna, la otra quizás más tradicional, cosas de esas, no importa, os puedo decir que la de los zapatos de tacón es una chica que por la mañana trabaja de mecanógrafa en una oficina y se deja hacer regalos por el hijo del jefe y que por la noche es novia de un gángster que no acabamos de saber cómo de importante es, y la otra es una chica que trabaja en una tienda de discos y gramófonos, una tienda llena de dibujos y esculturas de perros, porque es de la marca esa que el símbolo era un perro escuchando un gramófono, con eso hasta hacen un chiste que tiene su gracia, y la chica trabaja ahí para ganar un poco de dinero y poder pagar los estudios de su hermano, pero resulta que su hermano prefiere más bien convertirse en secuaz de ese gángster del que no acabamos de saber si es importante, que se llama Joji, y entonces la chica va a ver a Joji y le pide que eche a su hermano de la banda, para que vuelva por el camino recto, esas cosas, y el gángster le hace caso, y además de hacerle caso parece que empieza a enamorarse de la chica, va a la tienda a escuchar discos, vuelve a casa y sigue escuchando discos, y su novia mecanógrafa decide que algo hay que hacer, así que coge una pistola, la carga y se va a ver a la chica de los gramófonos, y las dos caminan juntas por la calle hasta que la mecanógrafa saca la pistola y apunta a la otra chica y le dice lo que piensa y resulta que no dispara, que dice que en el fondo la aprecia, aunque se nota que le duele decirlo, pero es así, es sincera, y entonces se acerca a la chica, y eso es lo que veis, se acerca y lo que vemos son unos zapatos de tacón acercándose a un kimono, y luego uno de los pies con zapato de tacón que se inclina un poco, y luego de nuevo esos pies alejándose, y un plano de la mecanógrafa, y un plano de la chica de los gramófonos que se lleva la mano a la cara, y entonces entendemos lo que ha pasado, la mecanógrafa ha besado en la mejilla a la otra chica, había venido con una pistola, a darle una lección, a asustarla, a cantarle las cuarenta, algo de eso, y lo que ha acabado haciendo es darle un beso en la mejilla, y es muy lindo porque no lo vemos, lo comprendemos, es lindo el rodeo, es lindo el contarlo así, con una aceleración de unos pies, una pausa, otra aceleración y luego una mano en una mejilla, y también es lindo que la amenaza se vuelva beso, esta es una película en la que van apareciendo pistolas pero parece que nunca va a haber un disparo, una película de gángsters con un solo disparo, una película de gángsters casi sin violencia, unos cuantos puñetazos fuera de campo, que ni siquiera parecen tan malvados, y luego muchos puñetacitos cariñosos, entre los gángsters, entre la mecanógrafa y el jefe, como si jugasen con la violencia, hay que ver cómo el hermano de la chica de los gramófonos acaricia la barbilla de otro gángster en un local de boxeo, hay que ver cómo lanza un puñetazo al aire en la tienda y, al darle sin querer a una de las esculturas de perro, azorado la recoloca, como un niño que ha hecho una travesura, en realidad todo tiene mucha gracia aunque siempre está el miedo a que esa gracia pueda, tarde o temprano, torcerse, que el jugar a los golpes y el jugar con pistolas acabe mal, pero hasta eso no acaba de suceder, porque en realidad los personajes parecen casi siempre más preocupados por cuidar los unos de los otros que por hacerse daño, hasta cuando se pegan suele ser con intención de cuidar, y cuando al fin haya un disparo, pensemos lo que pensemos de las razones, que pueden parecer, ay, de lo más equivocadas, irreales de una manera ya no tan simpática, será aún así con ánimo de cuidar la vida que a dos personas que se quieren les queda por delante, como si de las historias de gángsters la película quisiese recordar lo que tienen de banda, lo que tienen de grupo que se cuida, y olvidar todo lo demás, hacer unos gángsters de cuento o de tebeo, no soñar con el poder sino simplemente con lo que por otro se puede hacer, no soñar con la rivalidad entre los hombres sino con el afecto entre las mujeres, no soñar con disparos sino con besos en la mejilla. 
(Una mujer fuera de la ley, Yasujiro Ozu)

viernes, 14 de diciembre de 2018

usos del tiempo



No lo sabéis, no lo podéis saber, pero está en una oficina, y está triste, eso sí podéis verlo, triste y pensativa, en realidad algo de esa tristeza la lleva siempre por dentro, aunque casi siempre sonría, la película también va de eso, de sonrisas, algunas sinceras y otras fingidas, de rostros que sonríen y que apenas pasan de una habitación a otra dejan de sonreír, de sonrisas sociales y de sonrisas felices y, de entre todas las sonrisas, una, la de ella, que es de las sinceras, de las sinceramente felices, aunque siempre hay otra cosa detrás, como si la sonrisa en cualquier momento pudiese naufragar, parece al mismo tiempo feliz y triste, feliz sobre la tristeza, contra ella o por ella, quién sabe, la felicidad no es alegre, en esta película los que no parecen de veras tristes tampoco llegan a parecer de veras felices, como si la sensibilidad viniese toda de una pieza, para lo bueno y para lo malo, pero ahora ella no sonríe, no está al mismo tiempo feliz y triste, está triste del todo, hay momentos así, en los que puede estar simplemente triste, y este es uno de ellos, ha recibido una mala noticia, su suegra está enferma, muy enferma, y ella quizás no esté solo pensando, quizás esté recordando, pasaron una noche juntas, cuando los suegros vinieron a visitar a sus hijos a la capital la suegra vino a dormir al pequeño apartamento donde ella vive sola, casi eternamente viuda, joven y viuda y solitaria, y pasaron una noche tranquila, una noche hablando, y se notaba que era un momento feliz, no alegre, sino feliz, uno de esos momentos en los que dos seres están de veras juntos ahí, en el tiempo y en el espacio y parece que todo es sinceridad y buena voluntad, algo muy bonito de ver, ella debe de estar recordando eso, esa noche, esas horas, tiene en las manos un lápiz o un bolígrafo, una de esas cosas que se cogen cuando uno está de veras recordando, cuando uno no sabe qué hace con sus manos, a la izquierda hay un vaso de agua, al fondo hay ventanas con persianas de esas de oficina, no es la primera vez que estamos en este lugar, ya lo vimos antes, cuando a ella la llamaron no para darle una mala noticia sino para pedirle que pasase un día con sus suegros, un día de ocio, un día de excursiones, y ella dijo que sí, encantada, y luego le pidió a su jefe el día libre y el jefe le dijo que sí, pero que se lo descontaría, porque el tiempo también es dinero, el jefe no dice pero es la idea, el tiempo es dinero, es una frase hecha pero también es cierta, en parte del mundo es cierta, es una frase que es como una enfermedad contagiosa, una frase que se extiende haciéndose real, pero a ella no le importa, prefiere pasar el día con sus suegros, prefiere compartir su tiempo con ellos, y ahora que recibe la mala noticia en la oficina nosotros podemos darnos cuenta de lo duro que es el que ahora, en un momento, aunque no lo vayamos a ver, ella tenga que salir de sus pensamientos, de su recuerdo, y levantarse e ir a decirle al jefe que tiene que tomarse varios días libres, porque los suegros viven a más de doce horas de viaje en tren, y el jefe le dará los días libres pero sin duda le repetirá la frase de que se los descontará, y hay otros personajes en la película, los hijos de los suegros, que también tienen esa idea del tiempo, el tiempo que es dinero, también es cierto que no trabajan en oficinas, que son médico y dueña de una peluquería y no tienen salario sino que van ganando lo que van ganando, pero el caso es que ellos sí que recuerdan que el tiempo es dinero y la tristeza de la película también viene de eso, de dos formas de vivir el tiempo que tienen que vivir juntas, la forma jubilada, la forma al fin ociosa, y la forma trabajadora, y entre medias la forma generosa, la forma de ella a ratos, contra el tiempo del trabajo,  cuando puede, y pensar que ahora ella va a tener que levantarse y pedir los días libres, días libres para su tristeza, nos recuerda que en realidad sus días casi nunca son libres, que le dedica casi todo su valioso tiempo a gente a la que le da igual si vive o muere, como en aquella canción, y viajará a la ciudad de los suegros, allí estarán todos los hijos, uno llegará tarde, por azares de la vida, no por falta de atención, y dirá aquello de no he llegado a tiempo, que es una frase que a menudo se dice para estas cosas y que debería de sonar extraña, qué tiempo ese, es el tiempo volviéndose escaso, son los últimos momentos, como si el tiempo solo de veras se sintiese y se comprendiese cuando empieza a faltar, cuando ya no va a haber más, y al lamentar ese no llegar a tiempo en realidad se está lamentando mucho más, todos los momentos que antes no se acertaron a vivir, a convivir, eso los personajes lo saben y lo dicen y lo sufren, momentos como esa noche que sí vivieron ella y la suegra, aquella noche en la que la suegra le dijo que volviese a casarse si podía y ella le dijo que era feliz así, y la suegra le dijo que quizás ahora que todavía era joven era feliz viviendo así, pero que cuando envejeciese se sentiría sola, y entonces ella respondía, sin dejar de sonreír, no viviré tan vieja, no se preocupe, y uno se pregunta si ha oído bien, o si ha leído bien los subtítulos, esa frase tan inesperada dicha con tanta tranquilidad, con tanta sonrisa, como si la tranquilidad y la sonrisa vinieran de esa certeza de que no vivirá tanto, no sabemos si de veras lo piensa o si lo dice para tranquilizar a su suegra, también puede ser, pero la frase y la idea están ahí, la tranquilidad viene de la idea de que no vivirá tanto, la tranquilidad viene de una relación particular con la idea de su propia muerte, quizás por eso su sonrisa esté siempre tan entrelazada con la tristeza, tan a punto de poder ser lágrimas, quizás por eso sabe que el tiempo puede ser dinero pero sobre todo es otra cosa, es, en realidad, lo único que de veras tiene, lo único que de veras es de ella y que sólo de ella depende que tenga valor, que se pueda recordar en un tiempo muerto de la oficina, con un lápiz entre las manos, y hacia el final  de la película el suegro le dirá que la suegra le contó la noche que pasaron juntas como un momento muy feliz, el mejor momento que pasó en Tokio, y es emocionante oírle al suegro decir esto, oír cómo le da a ella eso, la certeza de que ese momento vivido a dos fue de veras vivido, fue de veras compartido, la certeza de que ella pudo con su tiempo hacer un momento feliz para ella y para otra persona, que ella supo con su tiempo hacer eso: un momento feliz.
(Cuentos de Tokio, Yasujiro Ozu)