miércoles, 9 de septiembre de 2009

Singularidades de una chica rubia

“Lo que no le cuentas a tu mujer ni a tu amigo, cuéntaselo a un extraño.”

Dice Manoel de Oliveira que es una película sobre la memoria, pues lo que en ella sucede no pertenece al presente sino al pasado, la acción es contada por un personaje, un hombre,  a otro, una mujer.

Hay un presente, el del tren, el del momento en el que se cuenta la historia, y un pasado, el de lo contado, el de la historia que se cuenta.

Sin embargo, dos planos abren una fisura en esta construcción. Es al final, cuando la chica vuelve a su casa, los dos últimos planos del pasado. Esos planos no los puede contar el hombre, porque no los ha visto, porque no pertenecen a su historia, sino a la historia de la chica.

Hasta ese momento alguien nos contaba su propia historia, y dentro de esa historia la chica era un personaje, un personaje sin duda central, pero que sólo existía en función de la historia del hombre.

Una de dos, o esos dos planos pertenecen todavía a la historia del hombre, son su manera de imaginar el final, o esos dos planos ya no pertenecen a su historia. Todo parece indicar que son dos planos aparte. Ella se sienta con las piernas abiertas, sola, ya no vive en función de una mirada exterior, es todo lo contrario de la seductora que aparecía en la ventana. Ella está realmente sola consigo misma.

Podemos pensar que el no poder imaginar esos dos planos es el verdadero problema y el verdadero drama del hombre. No puede imaginarla cuando está fuera de campo, cuando él no la ve. Para el hombre ella existe tan solo en función de la historia de él. De ahí quizás esa ventana, una ventana que muestra y esconde, como el plano cinematográfico, solo que el hombre solo piensa la ventana y el plano como aquello que muestra, sin pensar que la vida desborda por los costados, que la vida es también lo que sucede fuera de campo.

Al final, el cine abandona al hombre y se va con la mujer, y en los dos penúltimos planos la película deja de ser la historia de él para ser la historia de ella, o la de los dos y la de la imposibilidad de que sea una historia común.

Quizás no sea casual un raccord en el eje (o casi, habría que volver a verla) entre los dos planos de la chica sola, como para añadir una violencia abrupta a ese cambio. Ni el hecho de que los dos planos que siguen, sobre los que llegan los títulos de crédito, sean del exterior del tren, que hasta entonces no habíamos visto, ellos también con una suerte de raccord en el eje. Ya no estamos con el personaje del hombre estamos fuera, y el tren es una imagen de lo ineluctable del tiempo, la ha perdido, comprendemos su error, por la simple razón de que de repente estamos con ella, pero ya es tarde, la película termina, no hay vuelta atrás.

Entre las invenciones de Oliveira (porque Oliveira es una gran inventor de formas cinematográficas y no solo un curioso caso de cineasta centenario) está una cierta forma de lo abrupto. Ya hemos hablado de dos raccords en el eje. En esta película hay también un ejemplo muy evidente, las elipsis utilizando los planos generales de la ciudad. Normalemente si se hace un plano general de la ciudad de noche y se quiere hacer una elipsis para pasar al día, se cambia de ángulo para suavizar el cambio, o se guarda el mismo encuadre y se hace un fundido encadenado. Oliveira guarda el mismo encuadre y por corte pasa al día.

Algo parecido sucede con el relato,  con la rapidez de la ruptura y de la resolución de la historia comparadas al tiempo que necesita el encuentro, como si al final el personaje dijese algo así como: “Jo, Juana, con el extraño camino que he hecho para llegar hasta ti, ¿ ahora vas y me haces esto? Pues ahí te quedas.”

De ahí quizás el arte de lo abrupto, los dos planos de ella y luego el plano del tren. Con el añadido de la llegada casi inmediata de los títulos de crédito sobre la imagen todavía en movimiento. Si no recuerdo mal ya había una invención parecida, más elaborada, en El espejo mágico, llegaban los títulos sobre unos músicos que tocaban.

(Esto de los títulos finales merecería un estudio aparte, por ejemplo los títulos de Cuento de invierno, de Rohmer, que llegan en lo que parece seguir siendo la película, y hay toda una secuencia con ellos encima de la imagen. O al contrario la decisión del Bresson final de no poner nada después de la última imagen de la películas, ni títulos, ni cartón, ni trampa, ni nada. Y sería curioso también saber cuándo y porqué se inventaron los títulos de crédito al final. )

 

(Añadido parapsicológico: hay algo extraño en la chica desde el principio. Al final el hombre no descubre que la mujer que ama es una ladrona, descubre algo más perturbador, que inconscientemente siempre lo ha sabido, que inconscientemente eso era lo que le atraía en ella, la causa del hechizo que le hace darlo todo por ella. Pero el hechizo solo podía funcionar mientras permaneciese inconsciente, mientras él no supiese realmente porqué le atraía. Al final ese hechizo se rompe. No es que rechace a la mujer amada, es que, sabiendo la causa, ya no la ama. Misterio y hechizo han desaparecido.

Grave error, para quienes sigue mirando, el cineasta, nosotros, el misterio nunca desaparece, tan solo cambia de forma, el hechizo sigue. Si para nosotros el hechizo sigue, amamos cuando ya no lo hace él, entonces sentimos qué es lo que sin saberlo ha perdido.  )

Bob el actor secundario

Un día, allá por la primera temporada de los Simpson, Bob el actor secundario, cansado de vivir y trabajar a la sombra del actor principal Krusty, idea un plan retorcido para que Krusty acabe en la cárcel. No soportaba seguir siendo el actor secundario. Pero le sale mal. No es tan fácil pasar de secundario a principal.(1)

Suele suceder que va uno por la vida de actor principal de su propia película. Y luego algunos comparten el cartel, a lo mejor los padres, un gran amor, un gran amigo, un maestro, un gran enemigo son en la película de una vida los otros actores principales.

Pero suele suceder también que haya desajustes. Que tal persona sea en tu vida un actor principal y sin embargo tú seas en su vida un personaje secundario. De ahí , de esa no coincidencia entre los argumentos de las películas que se cruzan con las tuyas,  nacen sufrimientos y desencuentros. Sin duda una cualidad singular es la de aquel que consigue que los demás se sientan actores principales de su vida, aunque solo sea un momento.

(Puede suceder también que uno viva, por ejemplo, en una comedia pero sea actor de un drama psicológico, una tragedia, un western o una de terror en la película de otra persona.)

Por poner un ejemplo: en Las noches blancas, de Dostoievski, el narrador encuentra a una chica que se quiere suicidar por un mal de amores, por alguien que ella creía el amor de su vida y que parece haberla olvidado. Durante cuatro noches el narrador va pasando de ser un actor secundario en la vida de la chica a ser un actor principal, mientras se va borrando el otro hombre. Al final, cuando el cambio está a punto de consumarse, reaparece el primer amante y el narrador se queda solo. En la vida de la chica ha vuelto a la condición de actor secundario, aparecido entre dos momentos de la acción principal. Sin embargo parece que en la vida del narrador la chica vaya a ser de por vida el actor principal, lo único sucedido en su película. (2)

Parece ser que James Gray escribió Two Lovers, entre otras cosas, después de haber leído Las noches blancas y con la ambición de hacer una película romántica americana en serio.

James Gray guarda del relato original la idea de un soñador, Leonard Kraditor (Joaquin Phoenix), que se enamora de una chica no muy estable Michelle (Gwyneth Paltrow) que a su vez está enamorada de otro, a la que personaje principal ayuda como puede sin que ella se dé cuenta hasta cerca del final que él se ha enamorado de ella. Habrá un breve momento de idilio y de promesa de un futuro juntos, pero a última hora ella vuelve al primer amante.

La diferencia fundamental respecto al relato de Dostoievski es que él no se queda solo. Ahí está Sandra (Vinessa Shaw).

Al final de la película Leonard no se va con Michelle, pero hay un final feliz, se queda con Sandra. Este final es extraño, rompe todas la costumbres sobre el relato del amor y de la pasión, si Leonard no puede irse con su amor loco entonces la película no puede terminar bien. Y de hecho el final es tan extraño que no se puede decir que termine bien, al menos no cuando llegan los títulos de crédito. Pero al salir del cine ese final sigue en la cabeza, y parte de la película se rehace.

Hemos visto la película pensando que Sandra era un personaje secundario en la vida de Leonard Kraditor y en la película que la cuenta. Pero quizás no sea así. Leonard, en el último momento, se da cuenta de que ha vivido, sin darse cuenta, una segunda película, su historia con Sandra. Una segunda película que también se titulaba “dos amantes”,

El relato también es una forma. James Gray en Two lovers reinventa una forma, desliza una historia de amor autodestructivo hacia una historia de amor terrenal, vivible.

Lo cual, de paso, nos abre la puerta a una discusión futura: la vindicación del final feliz, o porqué El Sur está muy bien, pero nos habría gustado verla entera.

Hagan un ejercicio, prueben a escribir un guión coherente, complejo, y a terminarlo con un final feliz a la altura del resto de la historia. Es muy difícil. Es, también, muy incómodo, hace pensar. Es mucho más fácil que acabe mal.

(Como esto era una suerte de monólogo de bar no se habla realmente de Two Lovers, queda pendiente, pero digamos ya que es una gran película, generosa con su historia y sus personajes, que merece la pena ver y volver a ver, porque siempre hay en ella algo que resiste. Y que la interpretación de Joaquin Phoenix es impresionante, hay que verle caminar, dudar si abordar o no a Michelle, estar incómodo en un restaurante de lujo, coger un abrigo dejándolo caer en la fiesta de navidad…)

 

1: Se podría discutir sobre el hecho de que le salga mal o no, al fin y al cabo consigue convertirse en el actor principal de un capítulo por temporada. Por extraños caminos llega quizás a lo que pretendía, sino ser el número uno de la tele para niños ser el número uno del crimen.

2: Noches blancas ha sido adaptada al menos dos veces, por Visconti y por Robert Bresson (Cuatro noches de un soñador)

 

Nota sobre Cuatro noches de un soñador

En el Morceaux de conversations avec Jean-Luc Godard   hay un momento en el cual Godard dice que en su época una chica y un chico que salía juntos tenían que estar de acuerdo sobre el cine, que tenían que ver algo propio a los dos en las películas, que si no había ciertos momentos que eran en especial para ellos no podían seguir juntos. También dice que eso ya no sucede, que el cine ha perdido esa función.

En Las noches blancas, cuando al fin parece que el narrador y Nastenka se van a quedar juntos, él le muestra a ella la luna, pero ella no mira la luna. Entonces todo se acelera, no mira la luna porque el otro hombre, el primer amante, está ahí, por casualidad, ha reaparecido. Y Nastenka se irá con él. En Cuatro noches de un soñador Bresson filma a los protagonista y a la chica, él mira hacia arriba, ella mira al frente, contraplano de la luna. Él está mirando la luna, para algo es un soñador, le dice a ella que mira la luna también, en un gesto torpe intenta cogerla por la barbilla para que ella levante la vista, pero ella está fija, mira de frente. No seguirán juntos.

No pueden seguir juntos porque no han visto la misma película, en el momento clave, cuando aparece la luna, no miran al mismo lugar, no ven lo mismo.

 

 

Una escena sobre el mismo tema

Intermezzo, acto uno, escena séptima

Jean Giraudoux

ISABEL

¿Tiene algo que decir, señor Farmacéutico?

EL FARMACÉUTICO

No, no tengo nada que decir.

ISABEL

¿Algo que hacer entonces?

EL FARMACÉUTICO

No, no tengo absolutamente nada que hacer. Me quedo un minuto, para la transición.

ISABEL

¿Qué transición?

EL FARMACÉUTICO

A mi edad, señorita, uno se da cuenta del personaje que el destino ha decidido hacerle interpretar en el escenario de la vida. A mí me utiliza para las transiciones.

ISABEL

Ciertamente, usted siempre es bienvenido.

EL FARMACÉUTICO

No es precisamente lo que quería decir. Pero siento que mi presencia sirve siempre como esclusa entre dos instantes que no están al mismo nivel, como un tope entre dos episodios que chocan, entre la felicidad y la desgracia, lo preciso y lo turbio, o a la inversa. Esto se sabe en la ciudad… Siempre soy yo el encargado de comunicarle la muerte en accidente de coche de su amante a la mujeres que juegan al bridge, el premio de un millón en la lotería a un cardíaco. Fui yo el que anuncio la declaración de guerra a la Unión de madres de soldados… Llego y por mi sola presencia el pasado da la mano al presente más inesperado.

(…)

Smorgasbord probablemente

¿Es Smorgasbord (Jerry Lewis), la gran película punk americana, terrible, magnífica y casi vomitiva, con su historia de un tipo que no se consigue suicidar y que va al psiquiatra, que va desgranando sus fracasos en una serie de sketches que atraviesan la sociedad de su tiempo y en la cual el psiquiatra ávido de dinero acaba enfermando en el lugar del enfermo, un remake de Le diable probablement (Robert Bresson), la gran película punk francesa, terrible, nihilista y para muchos antipática, sobre un joven que no consigue suicidarse, que atraviesa la sociedad francesa, religión, política, ecología, amor y va a ver a un psiquiatra ávido de dinero que no le cura pero le da la pista sobre cómo suicidarse?
Esto es un caso típico de lo que el Anselmo G. Tapias y Puentes en su obra Del mono real al mono de juguete. Las edades del cine español, califica con prudencia de resonancias. Nosotros no seremos tan prudentes.
De regalo, cita aproximada:
El chico: Creo que no podré.
El psiquiatra: ¿Pagarme?
El chico: Suicidarme.
El psiquiatra (aliviado): Vamos, vamos...

La política de los personajes o de cómo una valiente pastorcilla inventó el cine moderno


Políticas:

Existe la política de los autores, según la cual el principal autor de una película es el director. Están los que piensan que es un trabajo de equipo, lo cual no explica nada. Existe también la política de los actores, sobre la que escribió Luc Moullet, ciertos actores inventores de cine en la misma medida que los directores (John Wayne, Cary Grant, James Stewart, Gary Cooper, Jean-Pierre Léaud, Catherine Deneuve…).

Por un azar, un cortocircuito de la historia me ha dado por pensar que quizás también existan los personajes inventores de cine, los personajes autores, y entre ellos uno de los más importantes una pastorcilla que oía voces, Juana de Arco.

 

Descripción del cortocircuito:

En uno de los pasillos perdidos del Immemory, el cd-rom laberinto de Chris Marker, un laberinto hecho de imágenes, textos, encuentros inesperados, hay un plano de una mujer, una pastora que se da la vuelta, la Juana de Arco de La merveilleuse vie de Jeanne d’Arc, de Marc de Gastyne, y Chris Marker cuenta:

Es esa imagen la que enseñó a un niño de siete años que un rostro llenando la pantalla era de golpe lo más preciado del mundo, algo que volvía sin cesar, que se mezclaba con todos los instantes de la vida, del cual decirse el nombre y describirse los rasgos se volvía la más necesaria y deliciosas ocupación –en una palabra, lo que era el amor. El desciframiento de estos síntomas extraños vino más tarde, al mismo tiempo que el descubrimiento del cine, de tal manera que para este niño que se hizo grande, el cine y la mujer permanecen como dos nociones absolutamente inseparables, y una película sin mujer le es tan incomprensible como una ópera sin música. ¿Por qué este rostro y esta mirada permanecieron desconocidos durante casi sesenta años, he ahí otro misterio?

Esto nos recuerda algo, Juana de Arco como origen de toda una parte del cine moderno, la de la cámara a solas con el rostro de la actriz, la de la imposible separación entre la mujer amada y la mujer filmada, la de la cámara en el lugar del corazón y el cine como “el arte de hacer hacer cosas bonitas a las chicas”, y lo más bonito de todo, parece ser, que lloren.

Godard filmó a Anna Karina viendo La pasión de Juana de Arco de Dreyer y todo quedó claro, aquello venía de los primeros planos que filmó Dreyer, el cine era el primer plano femenino, y el fantasma de esa Juana de Arco ronda por Notre Musique, por casi todo el cine de Garrel, sobre todo Les hautes solitudes, Boy meets girl de Carax, etc…

Se lo había inventado Dreyer.

Pero llega Chris Marker y aparece el cortocircuito, porque él vio a Juana de Arco, y aprendió lo que había que aprender, que cine, amor y rostro femenino eran la misma cosa, sólo que su Juana no era la Falconneti, era la de otra película que se hizo el mismo año, para hacerle concurrencia a la de Dreyer, era Simone Genevois.

 

Conclusión inevitable:

Entonces, si Chris Marker vio lo que había que ver, pero en otra película quizás sea porque el cine moderno no se lo había inventado Dreyer, quizás estaba implícito, inevitable, en Juana de Arco.

Toda esa parte del cine moderno no la inventó un director, no fue Dreyer, ni Godard que se la inventó hacia atrás al hacer su secuencia de Vivir su vida, se la inventó Juana de Arco, mucho más que la patrona de los fachas franceses, la inventora del cine moderno.

 

Por supuesto habría que desarrollar la idea, encontrar a otros personajes autores (o personajes malditos que, a la manera de un Orson Welles, cayeron en un mal momento para inventar su cine, por ejemplo Ulysses S. Grant, sobre el cual, según John Ford, era imposible hacer una película en Hollywood, la soñada gran película americana de borrachos heroicos. Aunque cabe preguntarse si esa película imposible a su manera no inventó a gran parte de los personajes secundarios de Ford)

Hagan sus apuestas, oigan voces, yo me lo creo todo…