domingo, 6 de septiembre de 2015

Nada en juego: Fifi Martingale




Hay en el cine de Jacques Rozier un progresivo despego, desde Adieu philippine hasta Maine Océan, despego de la realidad, con sus conflictos y sus tramas, e incluso de la belleza. El punto culminante de este despego es Fifi Martingale (2001) en la que ya no hay absolutamente nada en juego. Es su película de viejo, su Condesa de Hong Kong, con viejos y para viejos. ¿No son casi todos los personajes mayores de cincuenta años? ¿No son todos viejos los espectadores que acuden a la representación de El huevo de Pascua al final de la película?
Ya no hay crepúsculos ni bailes ni tan siquiera ilusión o sueños. Y si venganzas hay las habrá a la manera en que se vengan los cómicos: a pastelazos. Tampoco hay espacio para la amargura (a pesar de la crisis del mundo del espectáculo, de la falta de dinero...) ni para carcajadas (aunque uno puede partirse de risa cuando el personaje interpretado Louis Rego aparece de pronto entre los viejos que cantan una versión muy sui generis del Il était un petit navire) sino una sonrisa apenas dibujada en los labios,  hecha de la humanidad esencial de los cómicos.
Nos dicen que su autor trabaja desde hace mucho tiempo en un nuevo montaje pero uno sospecha que esta película no va a cambiar en lo esencial por mucho que se monte y se remonte. Como uno sospecha igualmente que nunca tendrá éxito ya no solo de público sino entre una buena parte de los admiradores de Rozier.

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