Era un nuevo vituperio a la noción de autor. Éramos dos realizadores; yo, que había rodado tres mediometrajes relativamente conocidos, y Barjol, autor de un magnífico reportaje sobre un enterrador, La piel dura. Rodábamos con dos cámaras, en la misma sala, cada uno libre de filmar lo que quisiera. Y por supuesto, los críticos se esforzaron en buscar si era más una película de Barjol o una película de Eustache. Algunos incluso resolvieron en un sentido o en otro. En cuanto a mí, no sólo soy incapaz de decir si es una película del uno o del otro, sino que ni siquiera consigo reconocer los planos que yo rodé de los que Barjol rodó. Lo que viene a decir la vanidad de esa noción de autor.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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Eso es.
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