Si viniera,
si viniera un hombre,
si viniera un hombre al mundo, hoy, con
la barba de luz de
los patriarcas: debería,
si hablara de este
tiempo,
debería
sólo balbucir y balbucir
Paul Celan
Algunos dirán que es la mejor, la mejor del festival, la mejor del año, la mejor de su autor, algunos celebrarán el tono más seco, menos fúnebre y melancólico, algunos se quedarán con las imágenes del mar, algunos con el sonido del viento, algunos con el zoom a las ilusiones perdidas, algunos con los objetos, con las naturalezas muertas –la máquina de monedas, el collar derramado à la Paradjanov... Algunos volverán a añorar la época de Le mépris. Algunos, con orgullo tenaz, seguirán saliéndose a mitad de la película, etcétera, etcétera.
(Cuentan que André Bazin, que suspendió oposiciones a maestro por tartamudo, en el estreno de Paisà, al final de la proyección, de la emoción tan fuerte, sólo decía palabras incomprensibles. Cuentan que, concretamente, se vio incapaz de articular la palabra cine).
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