Políticas:
Existe la política de los autores, según la cual el principal autor de una película es el director. Están los que piensan que es un trabajo de equipo, lo cual no explica nada. Existe también la política de los actores, sobre la que escribió Luc Moullet, ciertos actores inventores de cine en la misma medida que los directores (John Wayne, Cary Grant, James Stewart, Gary Cooper, Jean-Pierre Léaud, Catherine Deneuve…).
Por un azar, un cortocircuito de la historia me ha dado por pensar que quizás también existan los personajes inventores de cine, los personajes autores, y entre ellos uno de los más importantes una pastorcilla que oía voces, Juana de Arco.
Descripción del cortocircuito:
En uno de los pasillos perdidos del Immemory, el cd-rom laberinto de Chris Marker, un laberinto hecho de imágenes, textos, encuentros inesperados, hay un plano de una mujer, una pastora que se da la vuelta, la Juana de Arco de La merveilleuse vie de Jeanne d’Arc, de Marc de Gastyne, y Chris Marker cuenta:
Es esa imagen la que enseñó a un niño de siete años que un rostro llenando la pantalla era de golpe lo más preciado del mundo, algo que volvía sin cesar, que se mezclaba con todos los instantes de la vida, del cual decirse el nombre y describirse los rasgos se volvía la más necesaria y deliciosas ocupación –en una palabra, lo que era el amor. El desciframiento de estos síntomas extraños vino más tarde, al mismo tiempo que el descubrimiento del cine, de tal manera que para este niño que se hizo grande, el cine y la mujer permanecen como dos nociones absolutamente inseparables, y una película sin mujer le es tan incomprensible como una ópera sin música. ¿Por qué este rostro y esta mirada permanecieron desconocidos durante casi sesenta años, he ahí otro misterio?
Esto nos recuerda algo, Juana de Arco como origen de toda una parte del cine moderno, la de la cámara a solas con el rostro de la actriz, la de la imposible separación entre la mujer amada y la mujer filmada, la de la cámara en el lugar del corazón y el cine como “el arte de hacer hacer cosas bonitas a las chicas”, y lo más bonito de todo, parece ser, que lloren.
Godard filmó a Anna Karina viendo La pasión de Juana de Arco de Dreyer y todo quedó claro, aquello venía de los primeros planos que filmó Dreyer, el cine era el primer plano femenino, y el fantasma de esa Juana de Arco ronda por Notre Musique, por casi todo el cine de Garrel, sobre todo Les hautes solitudes, Boy meets girl de Carax, etc…
Se lo había inventado Dreyer.
Pero llega Chris Marker y aparece el cortocircuito, porque él vio a Juana de Arco, y aprendió lo que había que aprender, que cine, amor y rostro femenino eran la misma cosa, sólo que su Juana no era la Falconneti, era la de otra película que se hizo el mismo año, para hacerle concurrencia a la de Dreyer, era Simone Genevois.
Conclusión inevitable:
Entonces, si Chris Marker vio lo que había que ver, pero en otra película quizás sea porque el cine moderno no se lo había inventado Dreyer, quizás estaba implícito, inevitable, en Juana de Arco.
Toda esa parte del cine moderno no la inventó un director, no fue Dreyer, ni Godard que se la inventó hacia atrás al hacer su secuencia de Vivir su vida, se la inventó Juana de Arco, mucho más que la patrona de los fachas franceses, la inventora del cine moderno.
Por supuesto habría que desarrollar la idea, encontrar a otros personajes autores (o personajes malditos que, a la manera de un Orson Welles, cayeron en un mal momento para inventar su cine, por ejemplo Ulysses S. Grant, sobre el cual, según John Ford, era imposible hacer una película en Hollywood, la soñada gran película americana de borrachos heroicos. Aunque cabe preguntarse si esa película imposible a su manera no inventó a gran parte de los personajes secundarios de Ford)
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