Luego pasan cinco años y el niño ha crecido. Empieza la comedia de la complicidad, los dos viviendo juntos, los dos sacando dinero con la picaresca. Pensé, luego, en el inicio melodramático y en los sucesivos cambios de tono. Pensé que era como si la película fuese dando manos de pintura, primero una mano de melodrama, luego una mano de humor cruel, para luego poder empezar a pintar el amor entre el hombre y el niño sobre esa base, sobre ese fondo oscuro. Está la pobreza en la que viven pero hay algo más, hay ese empezar lejos de la comedia y ese llegar a la comedia por su lado más asocial. Lo que hemos sentido antes se nos queda presente, tiñe todo lo que vemos. Sobre ese fondo oscuro, se acumulan los detalles, y los detalles que le dan la vuelta a otros detalles, como más tarde en Lubitsch. Recuerdo ahora mismo ese pie que asoma por lo que parece el agujero de una manta, que podría ser un primer gag, pero entonces se revela que por ese agujero se puede pasar la cabeza para convertir la manta en poncho. El gag de la pobreza transformándose en el gag de la inteligencia sin dejar de ser el gag de la pobreza. En otro momento, cuando Charlot pelea con el forzudo de la calle y le va atizando con un ladrillo en la cabeza, lo cual es en sí muy gracioso, está ese momento en el que, a punto de volver a pegarle, no lo hace, como si ya ni hiciese falta, y la gracia está de nuevo en la sorpresa, sorpresa más que nada por el placer de la sorpresa, un gesto que de pronto no concluye como lo esperamos, porque en realidad toda esa escena se podría ver, también, como un ballet.
Todos esos detalles son pinceladas de color, vivas e inesperadas, sobre ese fondo oscuro, brillando quizás más por el fondo oscuro, y siempre con el riesgo de que la oscuridad se las trague, que la oscuridad vuelva a adueñarse del cuadro entero. Quizás la sonrisa de Charlot tenga algo de eso, que siempre aparece como pincelada sobre el fondo oscuro que Chaplin traía consigo. Y resulta que unos días antes había leído, en un libro que me habían regalado, lo que Roberto Arlt había escrito sobre esa sonrisa de Charlot:
Y Charlie sonríe. Siempre dolorosamente. Es una sonrisa que representa el empequeñecimiento de la personalidad humana, el achicamiento del hombre, frente a la Fatalidad. Pero esta sonrisa, que nos molestaría si fuera masculina, nos impresiona porque tiene la infinita delicadeza de una sonrisa de mujer. ¡Cuántos elementos contradictorios!
Y es que todos comprendemos que Chaplin está en nosotros. De ahí la inmensa simpatía que nos amarra a su vida. Hombre triste, con su sonrisa femenina, encarna psíquicamente todo el misterio que encerramos nosotros, hijos de un hombre y de una mujer.
(...)
Charlie, por intermedio de lo grotesco, ha enseñado a este siglo a encontrar una belleza alegre en la tristeza. Ha sustituido lo trágico por lo bufonesco, y sus efectos son iguales. Y tan grandes como los de Shakespeare. ¿Quién no se ríe, por ejemplo, leyendo El Rey Lear, cuando el anciano, perdido en la noche, bajo una tempestad, maldice a sus hijas que lo expulsaron del palacio, mientras que su bufón declama irrisorias burlas? Y Lear da lástima, y el bufón da risa. Hombre con realidad de bufón, sonrisa de mujer y vida de desdichado; tal es Charlie. Una conjunción de aspectos distintos e igualmente desgraciados, como en el muchacho aquel que yo contaba y a quien por riguroso orden de desventura, le roban la cartera, lo atropella un carro y pierde la gorra.
Con su galera nefanda, sus pantalones caídos, su "jaquet" estropeado, sus botinazos de judío errante y el bigotito irrisorio, Charlie regocijará durante años y años la vida del hombre. Quizá lo dispuso la Naturaleza en un momento de enfado y de optimismo, puesto que ha sido necesario que la tierra contara más de mil millones de habitantes para que de entre esta inmensidad de existencias surgiera una, exclusivamente una, que hiciera sonreír a niños y grandes.
El texto entero es muy hermoso, la verdad, y yo sólo quería señalarlo. Está en una recopilación titulada Notas sobre el cinematógrafo.
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