miércoles, 15 de agosto de 2018

el regreso del hombre perro



Es un teatro de una pequeña ciudad, un teatro tan de andar por casa que dejan a dos niños estar ahí con los brazos apoyados en el escenario, en la obra hay un señor que quizás sea un samurai, que seguro que es un borracho, porque se tambalea como un borracho, lo hace muy bien el actor que hace de actor que hace de samurai, y también hay un perro que no es un perro actor, es un niño disfrazado de perro, un niño que no se acuerda de llegar a tiempo al escenario y que tampoco se acuerda de que ahí subido tiene que ser más perro que humano, le recoge la pipa al samurai borracho, se pone de pie, esas cosas que hacen los humanos, y el actor que hace de samurai hace esas cosas que hacen los humanos con los perros, en este mismo momento le está tirando algo que quizás sea una piedra de mentira a la cabeza y el niño de nuevo va a reaccionar como humano, no como perro, se va a poner de pie y se va a poner a llorar, no es que le oigamos llorar, la película es muda, es un gesto de los brazos y de los puños que vienen delante de donde estarían los ojos si no los ocultase el disfraz, con eso ya sabemos que llora, con eso hasta le oímos llorar, y en realidad no acabamos de saber si esa piedra se la tira el actor o se la tira el personaje del samurai borracho, porque el actor en la vida real es un poco como el samurai borracho, es un poco violento, cree que puede resolver las cosas a golpes, cree que puede resolver las cosas tratando a los otros como si fuesen perros, así que podría estar dirigiendo al niño actor a golpes, pero creo que no es eso, creo que en este momento preciso la piedra es cosa de la obra, porque el perro de mentira se supone que va siguiendo al samurai y le va ladrando, es uno de esos perros que de pronto les da por seguir a alguien y ya no se paran, más tarde sale uno así, que sigue al actor por la calle, y el actor se da la vuelta y le intenta asustar, y el perro reacciona como un perro, recula un poco, no se pone de pie y a llorar, es un perro perro, no un perro niño, aunque también vemos a un enjambre de niños seguir al actor por la calle sin echarse a llorar, hay algo liberador en ese enjambre de niños que son como una especie animal diferente, hay algo liberador en que no acaben de ser humanos, en que sean un poco niños perro, e incluso el niño este que no se acuerda de ser perro en el escenario luego va cada dos por tres con su traje de perro fuera del escenario, no consigue ser nunca del todo perro pero tampoco deja nunca de ser un poco perro (y cuando van a subastar ese traje huele mal, huele a que se ha hecho pis dentro del traje, qué gracia tienen los chistes de pis), es un niño perro con un animal de compañía que es un animal de mentira, una hucha gato con una única moneda, una hucha gato que es al mismo tiempo su único juguete y su único dinero y que su propio padre le intenta robar para comprar tabaco, así que el niño perro que tiene que defender su hucha gato, ahora va a resultar que los perros defienden a los gatos, todo puede ser, al fin y al cabo luego van los humanos y tratan a otros humanos como perros, a golpes, quizás sean humanos samurais, aunque con el tiempo y la reflexión esos humanos samurais aprenden a suavizar esos gestos, y el golpe acaba por convertirse en palmada, quizás fue así, el primer perro, el primer hombre, un golpe que se volvió palmada, qué cosa extraña es una palmada, recuerdo de golpe que ya no es, contacto de mano a cuerpo, aquí estás, aquí estoy, aquí estamos juntos y estamos contentos simplemente de eso, de estar juntos, de comprobar que estamos tan cerca que nos podemos tocar, en realidad, bien visto, somos un poco perros, hay que ver la alegría del actor cuando está con su hijo que no sabe que es su hijo, es una alegría inexplicada, una alegría simplemente de tiempo y espacio compartido, es como las fiestas que le puede hacer el perro al humano, puede ser al fin y al cabo que esté bien ser un poco humano perro y tratarse no como el humano trata al perro, sino como el perro trata al perro, quizás al fin y al cabo la historia vaya de eso, de esos cariños de simplemente estar juntos, compartiendo el tiempo y el espacio, de esos cariños y del tiempo que llevan y del vacío que a veces dejan.
(Historia de una hierba errante, Yasujiro Ozu)

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