martes, 14 de febrero de 2017

del vestido apenas el velo




En Remorques, en L'étrange madame X, una mujer ya casada se mira en un espejo, el día de la boda de otra, con un velo que no es el suyo, sonríe en recuerdo de su día de fiesta, que ya sucedió o que nunca sucederá, se mira en un espejo y se ve lejana, como a través de un velo de lágrimas, como recordada, con algo que la hace desfallecer por dentro, puede ser un corazón débil, puede ser un secreto, algo que la hace estar aquí y en otro lugar, pero feliz aún así en ese momento de contrabando, con ese mínimo disfraz de novia, apenas un velo, algo fugaz, pero qué es una boda sino un instante, apenas un día, algo que no puede repetirse, el menos igual de todos los días en vidas que parecen repetirse día tras día, gastarse día tras día, algo así como un ideal de lo que debería de ser un día, algo respecto a lo que se acaba midiendo la felicidad del resto de los días, un día con la levedad luminosa de un velo.
Y, ahora que ese instante ha quedado flotando en nuestra memoria, ya el cineasta puede desatar la lluvia y el drama y las mentiras y las imposibilidades, el instante se irá alejando como en un espejo pero nunca lo olvidaremos del todo y, sobre el fondo cada vez más lejano de ese recuerdo de un juego, de un jugar a ser la novia en la boda, tan indirecto todo, se irán tejiendo las penas.
(Remorques y L'étrange madame X, de Jean Grémillon)

No hay comentarios:

Publicar un comentario