miércoles, 4 de abril de 2012

todos el coronel




para Emmett Miller

Escribió Flann O’Brien, o quizás fuese un personaje de Flann O’Brien, no recuerdo bien, que toda novela debería de tener al menos tres arranques diferentes, para tres historias diferentes. Era en Swim-Two-Birds, una de esas novelas, intuyo, la perdí antes de haberla terminado, a ver si la busco, una de esas novelas, iba diciendo, que son como prototipos. Uno las lee y piensa que todas las novelas deberían ser así. Y al mismo tiempo uno sabe que nunca habrá otra igual. Novelas prototipos de sí mismas. El único ejemplar vivo de una especie que no se reproduce. (Pero que tiene, claro, antepasados y descendientes, primos ilegítimos, una familia compuesta únicamente de bastardos. Pero esa es otra historia.)

Toda novela debería de tener tres arranques diferentes, íbamos diciendo. Bueno, pues Historias Extraordinarias, de Mariano Llinas, que no es una novela, sino una película, pero todo lo novela que una película pueda ser, tiene sus tres arranques bien diferentes para sus tres historias bien diferentes. La historia de X. La de Z. La de H. Una película de la famosa familia de bastardos. Tres historias paralelas de verdad. Las paralelas no se cruzan nunca. Las tres historias tampoco salvo, quizás, en los cruces del sentido y de la rima.

Y pensándolo bien quizás todo texto sobre la película (pero esto no es un texto, apenas una postal, una postal con leones enviada desde una ciudad del viejo mundo) debería de tener tres arranques diferentes. Tres ángulos y una sola película.

Ángulo uno: la fabricación. Fabricación milagrosa y casi punk. (Y aquí punk sería la tentativa revolucionaria de ser normal en un mundo torcido.) Una película de aventuras de cuatro horas rodada con 40.000 dólares y en miniDV. Sin subvenciones. Sin esperar a las subvenciones. No hay tiempo que perder. Hay una película que hacer, una vida que vivir. No se puede esperar. Y como hay menos dinero vamos a hacer más, mucho más que los que tienen dinero. Cuatro horas, tres historias, tiroteos, un león, África, explosiones, un tanque…

La fabricación de la película como aventura. La cuarta historia. La historia oculta. Ya se sabe, los tres mosqueteros en realidad eran cuatro. Las tres aventuras también son cuatro. En la fabricación de la película la misma necesidad de aventuras y de movimiento que en las historias narradas. Encontrarse rodando. Rodando el coche. Rodando la película.

Una película que se intuye, por cierto, contagiosa. Uno puede imaginarle un destino como el del primer disco de la Velvet. Pocos lo escucharon en su día (quizás no sean pocos los que han visto la película, no lo sé, en cualquier caso menos de los que merece) pero todos los que lo escucharon montaron su propio grupo. Todos los que la vieron se echaron a rodar. Como un canto rodado. Y hoy, en un hoy por venir, ser un clásico, venderse en la grandes superficies, seguir escuchándose, seguir siendo un descubrimiento decisivo para algún chaval de quince años.)

Segundo ángulo: la novela. O la voz en off. Casi toda la película cubierta por la voz en off, apenas algún dialogo entre los personajes. Ya lo avisé, tan novela como pueda serlo una película. ¿Y qué es la voz en off? La voz en off es libertad. Y velocidad. Velocidad para ir lejos, para no tener que exponer e informar y al mismo tiempo disimular esa información en las acciones y diálogos de los personajes. Y con el tiempo ganado llevar las historias más lejos. Cuentan que Abebe Bikila ganó su segundo maratón olímpico, el que corrió con calzado, tan sobrado que al llegar esperó a los siguientes haciendo estiramientos. Lo leí de niño. Tiene que ser verdad. Quizás Bikila corría con voz en off. Corría natural. A lo suyo.

Y es libertad. Libertad de los personajes que no tienen que estar contando la historia y pueden dedicarse a otras cosas, a vivir por ejemplo, incluso a descansar. Libertad de la voz en off que lo mismo se ajusta a las imágenes que se aleja o se adelanta a lo que va suceder. Vean el segundo plano de la película. (Si lo ven ya no podrán parar.) Oigan ese “Ahí va” después de que al voz en off haya expuesto lo que a continuación vamos a ver. Dicen los manuales, y también las comisiones, que eso no se hace, que una voz en off no puede adelantar acontecimientos. Ignoran los manuales y las comisiones que hacer lo que no se debe hacer es a veces la mejor manera de pasárselo pipa. Vean. Oigan.

(Paréntesis castellano: hace unos años, en una habitación de hotel de una pequeña ciudad de la meseta, vi varias veces un documental sobre Dillinger. Lo daban en el canal Historia. O algo así. Un canal que yo no tenía en casa. Me tenía fascinado. Más, mucho más que cuando años después vi la película de Michael Mann. Era uno de esos documentales como hechos en cadena, con sus fotos, sus planos de archivo y su voz en off. Detalles, muchos detalles. Y una vida en acelerado. Quién dice una vida dice una época. Y dice también la idea de una vida. De lo que una vida es. En una vida están contenidas todas las vidas. Y si es la de Dillinger más, porque hay atracos. Porque es lo mismo y más. Todo eso en el Canal Historia. Que yo no tenía en casa. No pude volver a verlo. Quizás por eso me dejó pensando, pensando que ahí había algo. Una forma. Un arte, o al menos la posibilidad de un arte. Y luego lo olvidé. Hasta el otro día. Historias extraordinarias, la reconstrucción de la masacre del molino, la primera parte de la historia de Lola Gallo, la historia del arquitecto maléfico. Ahí estaba la forma soñada. No queria mencionar a Borges, pero ya no aguanto más. Unos encontraron en los artículos de las enciclopedias, gracias a Schwob, una forma de narrar. Vidas aceleradas. Vidas imaginarias. Historia universal de la infamia. La literatura nazi en América. Otro hicieron cine con las maneras del Canal Historia.)

Tercer ángulo: la gravedad y la gracia. El ángulo más fácil. Lo de descubrir la gravedad en la ligereza es un tópico, pero a veces un tópico cierto. Quizás a menudo. Historias extraordinarias es una película entretenida. Como la que más. Me atrevo a pensar que es su mayor logro. Pero también a intuir que este logro es inseparable de su gravedad. Es entretenida, entre otras cosas, también, porque es profunda.

En el corazón de la película, quizás en su centro temporal, sucede la muerte del Coronel. El Coronel es un león. La mano de un hombre que quizás sea amigo, que le hablaba como amigo, ha ido dándole pedazos de carne envenenada. Así avanza la muerte. Encubierta. De una mano amiga. En la impotencia. Lo inevitable. X asiste a la escena escondido, sin poder intervenir. Nosotros también. A la luz de una linterna una serie de planos del león y la voz en off describiendo el avance de la agonía. La agonía del Coronel. De un aventurero. Un rey de la sabana que acaba sus días encadenado en una pequeña habitación de un harás perdido en el campo, comiendo carne envenenada. Vean. Prepárense, sube la emoción, se van a sentir muy solos. La muerte del aventurero en soledad, como la de otro personaje, Cuevas, como la de tantos otros. Podría ser la de X. X asiste impotente a la que podría ser su muerte y amanece a otra vida.

Viejos leones Cuevas, César y el Coronel, amenazados por una muerte solitaria que quizás sea el único horizonte de la aventura. La carta final de Cuevas podría ser la de cualquiera de ellos. Podría ser la del viejo que siempre se creyó libre hasta que perdió a Lola Gallo. Varias vidas y una sola muerte. Pero todavía no estamos ahí. Todavía estamos vivos. Volver a la carretera. Cantar una canción, seguir rodando, ahí vamos sintiendo la cuarta aventura, la aventura oculta, la de la película que ha sido rodada, que ya se va terminando, que no ha sido, que nunca será, en vano.

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