martes, 19 de abril de 2011

Los cien caballeros. Viaje a la semilla



Esto empezó del modo más tonto. Sentados por Las Vistillas, junto al viaducto, nos habíamos acordado de una pared al sol en una calle tranquila de Lavapiés. Veníamos de comer en platos minúsculos, habíamos tomado primero el café y luego la comida. Acabábamos de salir de un bar con televisor. Nos acordábamos del gran Anselmo G. Tapias, que el Diablo tenga en su gloria. Habíamos barajado dos posibles temas, para empezar: personajes recurrentes como autores y por qué el pistolero zurdo desenfundó con la diestra. Sin que se diera resolución colectiva ninguna, empezamos por los personajes, dejando la forma para luego. Significativo. Me enviaste el resultado y se lo enviamos a Manuel. El mundo es de los valientes.

Habíamos hablado de Cantinflas y vimos que nos poníamos de acuerdo. Significativo. Yo estaba recortando una fotografía dentro de otra fotografía con el mayúscula-manzanita-4 que me enseñó a manejar Maribel, la única profesora de maquetación que he tenido. ¿Os habéis dado cuenta de que nuestra redacción la forman tres habitaciones en tres pisos distintos, en tres países distintos (Pablo vive en África), con en cada una de ellas una simple superficie horizontal cubierta de papelitos (en muchos casos el suelo)? Hemos hecho lo que hemos podido, hemos fotografiado esas mesas y algunas paredes, hemos recortado una foto dentro de otra foto. Como cuando las fotografías de las revistas se pegaban con pegamento de spray, removible. Hay pruebas de ello en el librazo de Baecque, el librazo sobre la revistaza.

El diablo quizás y Smorsgasbord, probablemente. Buffet libre. ¿Cuánto tardó Manuel en enviar algo? Muy poco, ¿no? ¿Sigue sin querer entrar directamente para colgar sus cosas? Esto también sería parte de esta historia, y no la peor... De París llegó el diario de Biette, no sé si lo hemos leído ya dos o tres. En general de casi nada sé muy bien ya si lo hemos leído dos o tres. Con lo que escribís me pasa lo mismo... Muy bueno, Manuel. Gracias, Manuel, pero no lo he escrito yo. ¿Entonces? Entonces si tampoco lo has escrito tú lo debe de haber escrito Pablo.

Una de las últimas veces que fui al cine debió de ser para Two Lovers. Voy cada vez menos al cine, claro está. Tal vez si a la salida pudiera comprarme un crêpe, o entrar al chino de la calle Hautefeuille... Two Lovers la empecé a ver bastante antes, el día que Pablo me habló de ella cruzando la plaza Benavente. No creo que él se acuerde. Luego la vi y no me gustó el final, y no por happy, sino por lo contario, por poco happy para ser tenido por happy. Pero aprecié mucho, muchísimo, la espalda cargada de Joaquín Phoenix. Que no tiene nada que ver con las espaldas torcidas de Hulk.

Un raccord en el eje. "O casi", habría que volver a verlo. ¿Cuándo colgaría yo mi primer texto? No lo sé, me importa relativamente poco. Me gusta más tropezarme una vez tras otra el raccord en el eje ese que hace Oliveira. Sí hombre, ¿no os acordáis? Es un raccord no entre dos planos, sino entre dos películas. Primero se ve Singularidades de una chica rubia y después se ve La carta, la secuencia de la escalera. La cámara se mueve ligeramente, o no se mueve. Falta algo, todo se vuelve abrupto. ¿Soy yo quien ha visto eso? Es muy bueno.

A veces el ratón se queda al borde de la mesa, yo voy corrigiendo y corrigiendo a lo largo de la frase y cuando la mano vuelve al teclado el cursor está al borde del precipicio. Esto también habría que fotografiarlo. Ahora por ejemplo iba a escribir algo pero no, ya lo he borrado. El ratón está efectivamente ya muy a la derecha de la mesa. ¿Es que estoy obsesionado con el estilo? ¡Qué va! Estaría obsesionado con los detalles, en todo caso... Esta palabra por esta. Esta historieta por esta. Por eso me gusta sobre todo lo que yo no sé hacer, que es la calma, la unidad, la claridad de la imaginación de casi todas las entradas que habéis escrito. Allí los detalles se vuelven completamente comprensibles, sin retoques. Me gustan porque llevan al sitio.

Pero lo cierto es que, de todos modos, a veces hemos ido a la deriva y hemos acabado llegando, más o menos, al sitio. Me acuerdo ahora de una definición que daba hace poco Godard, me parece que era en un documental sobre Truffaut. Es como una especie de analecta confuciana que resume todo de un modo, ya veréis, un poco sorprendente. Uno se queda con ganas de decirle: "Bueno, bien. Y, entonces, todo aquello, ¿para esto?" Dice que el cine, en realidad, lo que simplemente habría hecho es acercar el arte a la vida. Y que con eso ya lo iríamos definiendo bastante. Me parece una definición sensacional, claro está, pero: ¿Y ahora qué? ¿Qué escribo yo ahora? ¿Qué hacemos? En la vida se improvisa mucho. Y luego hay muchas cosas conocidas, que tienden a agruparse, como en el juego ese de cartas, el de las familias.

O como la cara de una anciana que en una película no puede ser, no puede concordar completamente con la cara de ella misma cuando aparece como niña. Es bonito cuando esto sucede, lo venimos diciendo. Raccord en el eje o, más exactamente, nada de raccord. Un poco criaturas de otro planeta, un poco extraterrestres, estas ancianas. Por cierto: ¿cómo filmaríais vosotros un extraterrestre? ¿No os parece que esa es la verdadera cuestión, el capítulo por el que debería empezar cualquier manual de cine? Imagináos, Bordwell, capítulo 1: "Creatures from Outer Espace: How to Frame Them, How to Light Them". Acordáos cuando érais pequeños y, muy fastidiados ya por todo, en los márgenes de las hojas dibujábais bichos raros, marcianitos... ¿No os quedaron ganas de seguir haciéndolo cuando os empezaron a dar clases de cine? Esa sí que hubiera sido buena como pregunta para una pruebas de acceso. En vez de eso preguntaban cosas como quién dirigió La diligencia y pasaba lo que pasaba, que entrábamos los que entrábamos. Me han dicho que en cambio en las pruebas para la EICTV las preguntas no suelen ser tan malas, que cada vez son mejores. Allá va una idea, por si alguien planea viajar a Cuba: un marciano parece siempre de perfil, aunque se le vea de frente, de tres cuartos o de espaldas.

Me acuerdo ahora, no sé por qué, de una vez que, dando una vuelta, acabamos a las puertas del Brady. Era por la mañana, la persiana estaba echada. Creo que los carteles anunciaban para esa misma tarde obras maestras de Bollywood. Pablo debía de estar canturreando (muy desafinadamente) alguna canción. Porque esto también va de cantar por la calle, ¿eh? Me parece que llevábamos una cámara de las que regalan con los sugus, hicimos algunos planos. No tengo ni idea de dónde estará la cinta. Luego nos acercamos al Sully. Llegó Manuel, que nos pilló sentados leyendo una Première cada uno, de meses distintos. Hacía bastante sol. Puede que no dijéramos nada en mucho rato. Pero, de todas formas, a estas alturas estoy casi seguro: aunque al principio pudo serlo, al final no creo que lo que dijéramos fuera rematadamente tonto. Rondamos lo que rondamos. Vamos tirando.

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