martes, 7 de enero de 2020

la felicidad de no ser visto



¿Veis cómo sonríe el hombre que tiene premoniciones? Sonríe porque las premoniciones que ha tenido se están realizando y él las está poniendo en escena, sonríe por la alegría de ver esa forma que ha intuido hacerse real, sonríe porque está feliz, esta es una película de gente siendo feliz, este personaje no es para nada el más importante de la película, no es uno de los protagonistas, no es una de las estrellas, es nada más un actor secundario, es nada más un criado, y si prefiero hablar de estrellas más aún que de protagonistas es porque la película realmente va de eso, va de estrellas, va de ser estrella y poder o no brillar, y poder vivir o no la vida que permite brillar, la película va de una mujer que puede ser una estrella y de un hombre que puede ser una estrella y de la alegría común de descubrirse y de, durante unos días, brillar juntos pirateando, pero para que todo eso suceda hace falta también el actor secundario, el criado, que no es simplemente aquel que acompaña a las estrellas, es algo más,  es aquel que hace posible su encuentro, aquel que silenciosamente lo pone en escena, el criado no es el autor de la historia, es como si la historia ya estuviese ahí, en germen, como posibilidad, y él con su puesta en escena la fuese haciendo real, la fuese descubriendo y convirtiendo en evidencia, el criado no es el autor pero sí es el director de la historia  y la felicidad que siente ahí, en ese momento en el que le estáis viendo, es la felicidad de estar haciendo su mejor puesta en escena, una puesta en escena que al realizar la felicidad de dos estrellas realiza su propia felicidad, el arte del director aquí es el de crear el lugar y el momento y luego retirarse y dejar brillar a los otros, más tarde, en otro momento de la película, una de las dos estrellas, el hombre, dirá que no se puede ser plenamente feliz en soledad, y podemos pensar entonces que esa felicidad acompañada de la que habla es la que están viviendo la mujer y él, pero entonces podemos acordarnos del criado, podemos acordarnos de su rostro, y darnos cuenta de que lo que parecía un dúo es en realidad un triángulo, pero un triángulo desigual, un triángulo con una punta fantasma, una punta oculta, como el triángulo de la proyección con su punto oculto de donde viene la luz, el punto que queda a nuestras espaldas mientras ahí, ante nosotros, la historia brilla, y es bonito, simplemente, que en esta historia de dos estrellas viviendo una felicidad fugaz de vez en cuando podamos ver esas sonrisas del criado, esa felicidad del artista oculto, y descubrir que la felicidad y el brillo pueden tomar, en realidad, muchas formas. 
(El pirata y la dama, Mitchell Leisen)

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