domingo, 10 de mayo de 2015

el plurilito




... por eso aún estoy
en el lugar de siempre...

... y en realidad es muy sencillo y no haría falta decirlo, pero yo necesito decirlo una vez más, repetir la escala, recordarme una vez más que las historias que cuentan las películas son también historias de lugares y de espacios que se repiten, rimas que van cambiando, por ejemplo aquí, en las cuatro estaciones de los chiquillos, de Shimizu, que es la historia de los chiquillos, sí, y de los adultos alrededor, que se mueven, cambian, se cambian para bien y para mal los unos a los otros, pero para que eso suceda, para que ellos cambien y se cambien, para que nosotros de veras lo veamos, tiene que haber como marcas en el camino que no cambien, tiene que haber un puente, dos casas y ese plurilito al borde del camino y un rincón del río donde asoman las carpas y un columpio y un potro de esos de saltar por encima, no de los que están vivos, y que ese potro y ese columpio, por ejemplo, sean lugar de diversión y luego estén prohibidos, estén en curso de embargo, hay que ver a los niños acercarse a ese columpio que sigue siendo el mismo, que no ha cambiado, salvo por un papel que dice que no, que no se puede tocar, y sus manos acercarse sin tocar al columpio, como si les fuese a dar una descarga eléctrica, y luego tocarlo, de todas maneras tocarlo, y aquello no da una descarga, y sobre todo hay que ver al niño que juega sin tocarlo, que salta pasando por entre las dos cuerdas, tan guay él, sí, una película puede ser eso, la historia de los lugares, que no cambian, pero que de pronto son acogedores o están prohibidos, basta una palabra o una mirada y aunque el lugar no haya cambiado ahora es otro, y es algo así como el extraño descubrimiento del tiempo, que cambia a los hombres, y que vuelve extraños los lugares familiares, extraños en nuestra mirada, y entonces comprendemos que tampoco nosotros seremos siempre los que somos pero también descubrimos que el columpio sigue siendo columpio y en el fondo no hay razón para que deje de serlo, porque al fin y al cabo si los hombres cambiaron su mirada, podrían de nuevo volver a cambiarla, y ahí seguirán, esperemos, el columpio y el puente y el río y el plurilito y el potro que no se mueve y por eso podemos saltarlo...

(Cuatro estaciones de los niños, Hiroshi Shimizu)

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