lunes, 20 de abril de 2015

al escondite (1)



... es una casa japonesa de los años treinta, en un pueblo, con su jardín y sus paneles corredizos, dos niños están jugando al escondite, uno es el hijo de la casa, el otro es su primo y está viviendo en esa casa porque no hay más remedio, porque en la suya las cosas van mal, pero él, claro, preferiría estar en su casa, preferiría estar jugando con su hermano, aunque a cada rato se llamasen idiota el uno al otro, preferiría estar en su casa, en otro pueblo, del otro lado de la montaña, pero está aquí, y juegan al escondite, le ha tocado a él esconderse, y vemos primero al otro, al hijo de la casa, gritando lo que se grita en Japón al jugar al escondite, lo subtitulan "¿estás listo?", y ese chico va del jardín a la casa, y luego por la casa, panel tras panel, sin encontrar a su primo, y es entonces cuando vemos al primo, al chico escondido tras un panel, gritando lo que gritan los niños en Japón cuando les toca ser el escondido, eso no lo subtitulan, escondido tras un panel y bajo lo que parecen una camisa larga y una chaqueta que hay allí colgadas, no le vemos la cara, vemos sus piernecillas y oímos su voz que grita, su voz que de grito en grito se va haciendo más baja, se va quebrando, y entonces se gira, con la cara contra la pared, arrebujada la cabeza bajo la chaqueta, y le oímos llorar, yo nunca había visto así en una película ese momento en que el dolor que uno lleva a cuestas, que uno ha olvidado en el juego o en el trabajo o en lo que sea que nos saca de nosotros mismos, de pronto vuelve a la superficie, de pronto quiebra el ánimo y no da ganas mas que de llorar, nunca había visto así cómo se quebraba el ánimo, desde fuera, sin ver siquiera el rostro, y sin embargo tan desde dentro, como si sólo pudiésemos hacer nuestro el dolor repentino con esa distancia, como teniendo que adivinar lo que pasa a partir de una voz que se deshace en llanto, de un cuerpo que se gira y de un rostro que se oculta, y ahí se termina la secuencia, en esa herida que entonces parece imposible de cerrar, sin que el niño sea encontrado por su primo, porque en ese momento al niño no hay manera de encontrarlo, está muy solo y muy lejos y quizás muy deseoso de ser encontrado, sí, pero por alguien que no le busca...

(Niños en el viento, Hiroshi Shimizu)

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