sábado, 16 de julio de 2011

Medio pensando

Caminando por el Boulevard Magenta para ir a ver a un actor. De pronto mi pierna golpea algo. Algo que empieza a caerse. La rueda de una bici apoyada de través en un banco.Me doy la vuelta para sujetar la bici y volver a ponerla en su sitio mientras me disculpo, pero antes de haber terminado de hacerlo el dueño de la bici, un señor mayor medio vestido de ciclista, medio de paseo, me dice que no hace falta que haga más, que la deje así. No está derecha, pero se sostiene. La dejo y sigo caminando.

Media hora más tarde, a unos diez minutos a pie del banco aquel, tomando un café con el actor en una terraza. De pronto entra una bici en mi campo de visión, levanto la vista y reconozco al medio ciclista, que la aparca apoyando con delicadeza uno de los pedales en el bordillo, justo enfrente mí, entre dos pilotes, como dos pollas comenta el actor, ideal para que cualquier coche se la lleve por delante, cualquier traunseunte la tire apenas la roce, como si fuese convocando los accidentes. El medio ciclista se sienta en la mesa de la lado.

Y nada más. Y nada menos. No el azar, sino el azar raro, preciso,casi grotesco.

Un signo de algo, de nada, de la nada, la nada algodonada.

Pensar entonces, otra vez, en Biette. Tres puentes sobre el río. El vecino de París que aparece comprando una gallina en la tienda de enfrente en Oporto mientras Arthur se está tomando un café. Para Arthur nada más que el azar, pero también un signo, algo que da miedo, algo flipante. Flipante como usan la palabra los franceses, que asusta, como si la realidad se desdoblase de pronto, como si la cara del vecino se fuese a desgarrar y a aparecer debajo su verdadera cara de lagarto alienígena.

Vidas paralelas. No. Vidas a las espaldas, vidas como elipsis, vidas cada una con su trayectoria, que se cruzan en instantes, nudos, signos.

El montaje paralelo para que se encontrasen al final salvadores y salvados, ahora es montaje paralelo, o plano secuencia, paralelo por panorámica, para que se crucen y separen vidas que no coinciden en un mismo climax, en un mismo sentido. Ni Arthur ni Frank, ni el medio ciclista ni el medio cineasta, se cruzan en las escenas importantes, tan solo en las transiciones, ignorante cada cual de la trama del otro.

Pero aquello que se llamaba el montaje paralelo no es casualidad que fuese y siga siendo tan importante, queda claro que nada mejor que el cine para dar a ver lo que son dos vidas que se desconocen, coincidan o no en una resolución común, nada mejor que el cine para saber que el mundo está ahí cuando no estamos, que no para de moverse.

Cosas sencillas, muy sencillas, tan sencillas que no las vemos hasta que el cine o la vida en sus momentos extraños nos las hacen visibles. El rostro visible de la nada algodonada, medio lagarto, medio ciclista.

3 comentarios:

  1. Su Majestad el Diablo me perdonará pero el actor francés se referiría seguramente al sentido primero y original de la palbra francesa "bitte", es decir "bita de amarre", lo que su Altísima Majestad llama "pilotes"...

    Fálica, diabólica y cinematográficamente a su servicio:

    Un diablillo del séquito de su Altísima, que no hacía más que pasar por aquí.

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  2. Se agradece el comentario, aunque conociendo al actor como acababa de conocerlo yo creo que se referia al sentido derivado, aunque ya mostro Fassbinder en Querelle que lo mismo da que da lo mismo. Vamos que todo el mundo tiene razon, celebremoslo, otra ronda de cerveza...

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  3. Está clarísimo que el actor hacía referencia al significado de bitte en alemán, es decir, por favor, y en inglés, o sea, mordisco, y que lo que realmente quería decir es "muérdame por favor(la polla de amarre)".

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