lunes, 20 de diciembre de 2010

La hora azul


I

En realidad, no es una hora. Es un minuto. Justo antes del alba hay un minuto de silencio. Los pájaros del amanecer aún no han despertado y los animales de la noche están ya dormidos; entonces es el silencio.

(…)

Si un día hubiera el fin del mundo estoy segura de que sería ese silencio. ¿Sabes por qué? Porque es el único momento en que uno tiene la impresión de que la naturaleza deja de respirar.



¿Puede caber todo en una película?


¿En una película de unos 25 minutos, rodada en 16mm y cuya idea original no es de su autor sino de una de las dos protagonistas, Joëlle Miquel, que tenía entonces quince años?


¿Pueden caber el día y la noche, el sol y la lluvia, la naturaleza y el arte, los ruidos de la noche y los ruidos del día, la luz del crepúsculo, el reino animal y el reino vegetal, el aprendizaje (cómo encontrar, por ejemplo, el pinchazo en una rueda de bici), el misterio del encuentro, del otro, la emoción, el miedo…?



II

¿Puede ser fantástica una película hecha de elementos tan realistas?


Acordaos de cuando Pialat vio las películas Lumière. Acordaos de lo que dijo: Lumière es tan fantástico como Meliès.


Y no sólo porque todo buen realismo es asombroso. En la película no sólo está todo sino que está en esa forma que atraviesa épocas y generaciones: el cuento.


El cuento tienes dos partes. Los dos días que pasan juntas Reinette y Mirabelle.


La segunda noche, después de haber bailado las dos hasta medianoche, experimentarán por fin la hora azul.


Ved a las chicas en la noche, en el minuto de silencio antes del alba, vedlas en camisón, fuera, tan pequeñas y solas ante la naturaleza.


Después cantan los pájaros. Las chicas ríen y se abrazan.


Entonces hay una panorámica. El amanecer. La cámara gira unos centímetros y se para en un árbol. Nada de 180 grados. Nada de estar por encima de las cosas o de la naturaleza.


Un genio.


Rohmer.

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