Esto va a quedar tosco, mal dicho y poco pensado, más que un texto es un entusiasmo confuso, indefenso ante la aparente naturalidad de la película.
Ander, de Roberto Castón, me parece una de las más admirables películas españolas desde hace… desde hace mucho. Me parece sobre todo una de las más inesperadas.
Ander es una película muy construida, tanto en sus planos y en los ecos que van apareciendo entre las situaciones, como en su guión, con la idea de relato como utopía, no pensar sólo en lo más verosímil sino en el lugar al que se quiere llegar con los personajes, la familia a priori improbable reconstruida.
Ander es una película construida, pero es sobre todo una película que parece natural, que se diferencia de casi todas las películas formalistas recientes porque el tiempo no aparece como un principio teórico, sino como esa cosa en la que vivimos y que va discurriendo. No hay en Ander un solo momento en el que no haya algo que ver, en el que la duración del plano no corresponda al ritmo de la vida.
Hay que ver por ejemplo ese momento en el que unos de los motivos recurrentes de la película, el vaso de vino, reaparece en un momento de incertidumbre, y Ander le ofrece de un gesto llenarle el vaso a José. Esa situación de guión se ve enriquecida con un detalle vivo, en el vaso de José queda agua y tiene que beberla para vaciarlo y que Ander le pueda echar el vino. Y todo ello de forma natural, sin que las cosas sean largas o cortas, simplemente son.
Ese momento es para mí el símbolo de lo inesperado de esta película, que deja atrás a la mayor parte del cine “de autor” reciente, por la sencilla razón de estar hecha con vida, con seres vivos. Y en ello hay casi un cierto clasicismo, una cámara a altura del hombre, pero sobre todo a ritmo del hombre, ni más lenta ni más rápida.
Aunque hay también admirables cortes a negro en ciertas situaciones, en ciertos umbrales del relato. Y elipsis singulares de momentos muy anunciados y de los cuales sólo vemos el después, por ejemplo la despedida de soltero o la matanza del cerdo, pero de tal manera que en seguida nos interesamos por lo que sucede en el presente de lo que estamos viendo.
Y, además de esas construcciones por elipsis y detalles, también hay momentos frontales, la secuencia en los baños durante la boda o el relato de Reme. Esa manera de poder mirar a los personajes a la cara, y poder mirar la historia que cuenta a la cara son otra de las formas de naturalidad inesperada de la película, que estando muy construida no parece obsesionarse por la idea de parecer cinematográfica.
Bueno, todo esto a bote pronto, pero espero volver a verla y escribir más reposado.
Aplazado el estreno de Ander en España para mayo, tiro el número de marzo de CDC. ¡España! como siempre a la basura, pero recorto la crítica de Ander, en previsión.
ResponderEliminar