miércoles, 8 de abril de 2020

sed

Es nada más un niño que bebe agua. No sabíamos que tenía sed pero ahora va y bebe agua. Parece que no importe eso, que beba agua. No importa para nada de lo que ha pasado antes ni para nada de lo que va a pasar después. Desborda. Ese plano y esa acción son como la vitalidad y la sensibilidad del chico: desbordan. Lo bonito es, quizás, que ese desborde de vitalidad del chico se vea así, en un plano que desborda del cauce de la historia. Contar esa vitalidad no por medio del actor, no forzándole a expresarla, sino dándole una acción simple de hacer pero que se sale de lo indispensable. No es tampoco que sea un símbolo. Al menos no uno de esos que ya conocemos y que podríamos leer hasta fuera de contexto. El plano se vuelve desborde sólo por lo que viene antes y por lo que viene después. No es una carrera desenfrenada por la playa. No es una fantasía voladora. No es nada de eso. Es, nada más, un plano de un chico que bebe agua directamente del chorro del grifo. Quizás, claro, ese beber directamente del chorro tenga también su aquel, porque el niño pertenece a una clase social en la que eso no se hace y ahora está, precisamente, en un lugar donde puede ser brevemente feliz porque ese gesto es tan natural para él como para el entorno. Quizás también tenga su aquel este beber porque la sed y el alivio que da el beber son algo que sentimos en nuestro cuerpo al verlo hecho por otro sin que lleguemos a ser conscientes de que lo sentimos, al menos no así, con esta rapidez. El alivio del agua no llega a hacerse idea, se queda en sensación fugaz. Quizás ese beber tenga  también su aquel porque toda esa vitalidad del chico es, al cabo, más que vitalidad realizada, sed de vida. Vivir es, parece, tener sed. Beber. Volver a tener sed. Es una sed que nunca acaba de calmarse. Una sed que es la vida toda. Una vida que el niño se juega, cuando puede, agarrado a una rama, unos metros por encima del agua de un lago, unos metros por encima de un agua que puede ser al mismo tiempo vida y muerte, sed renovada o sed extinta ya para siempre. Pero todo eso, la rama, el lago, es antes y es luego. Ahora, por un instante, el agua, simplemente, va del grifo a su boca. 
(L'incompreso, Luigi Comencini)

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