viernes, 5 de octubre de 2018

qué dice un estornudo




Son un soldado y una oficinista y se acaban de conocer en Nueva York, él está ahí por primera vez, a mitad de camino entre su pequeña ciudad y la guerra, y ella lleva tres años trabajando aquí, se han conocido por azar y accidente y ahora él va en el autobús con ella, ella ha estornudado dos veces, dice que el sol siempre le hace estornudar dos veces y luego ya no más, lo afirma con la misma convicción con la que diría que todos los días sale el sol o que dos y dos son cuatro, para el primer estornudo ella ha sacado su pañuelo y este ha salido volando, así que el soldado le ha ofrecido el suyo (el de ella era claro, el de él es oscuro) y le ha dicho que se lo podía quedar, pero ella, pasado el segundo estornudo, le ha dicho que no, que no lo necesita, entendemos que porque ya ha estornudado sus dos veces, y se lo devuelve, y entonces el soldado le pregunta que si no se pasearía con él por el parque que hay al final de la línea de autobús, y ella responde que no, que tiene que volver a casa, y él dice que ya, que lo entiende, que supone que tiene cosas que hacer, y ella dice que sí pero justo a continuación le empieza a venir un tercer estornudo, él saca su pañuelo, ella estornuda, los dos se miran y se ríen y ya no hace falta decir nada más para saber que ella le va a acompañar al parque, si no es de fiar su afirmación de que siempre estornuda dos veces y nada más, entonces tampoco es muy de fiar eso de que tiene que hacer cosas en casa, era una frase hecha, una excusa, una mentira, el estornudo lo ha revelado, el estornudo la ha salvado de su mentira, y está bien que sea un estornudo y no otra cosa porque así pueden reírse juntos, porque está bien que las cosas sean un poco ridículas, como si el ridículo acelerase la complicidad, está bien que el estornudo vaya a dónde no llegan las palabras, que tome el relevo, son tan lindos esos relevos que se dan palabras y gestos, ir yendo de una forma de comunicación a otra, estar atento a qué palabra puede ser dicha de otra manera, con un pañuelo, con una bolsa, todos estos paseos los dan con él llevando en la mano dos bolsas, la suya y la de ella, y cada vez que se separan ella coge su bolsa, por ejemplo tras el parque, ella ya ha cogido su bolsa pero él quiere convencerla de que siga con él, está dispuesto hasta a visitar a un museo con tal de seguir pasando rato con ella, seguir hablando con ella, y ella una vez más va a decir que no pero de pronto se lo piensa y no necesita decir que sí, le basta con levantar la mano que sujeta la bolsa, le basta con tenderle la bolsa a él, y basta que él la coja, ya está, pueden seguir pasando tiempo juntos, pueden seguir hablando, en apenas unos minutos de película ya ha dado tiempo para que se creen esas costumbres, esas reglas compartidas que hacen que un gesto diga más que una palabra, y al mismo tiempo quizás sea real eso, esos momentos luminosos en los que todo es conversación, quizás, quizás, recordemos...
(The Clock, Vincente Minnelli)

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