miércoles, 5 de abril de 2017

ya habla el aire


en er mundo, lo bailamos juntos

Casi no se nota, se ve muy mal, la copia es muy mala, un viejo vhs, pero no importa, esas manchitas blancas y negras en el centro de la imagen son Pierre y Djemila en moto, ella tiene catorce años, él tiene dieciséis, ella es de origen argelino, él es de origen francés, esto es el norte de Francia a mediados de los ochenta y la historia es una vez más una variante de Romeo y Julieta y va a acabar muy mal claro, (¿hay versiones de Romeo y Julieta que acaben bien? de veras lo pregunto), pero lo que importa ahora es que Pierre y Djemila se quieren, están descubriendo qué es eso de quererse, y van en moto a un lugar apartado, un lugar hecho del verde de la vegetación y del agua del canal, tan diferente de la plaza de cemento inmóvil que hay entre sus casas, cuando están juntos Pierre y Djemila no se dicen muchas cosas pero en la imagen se siente ese amor púdico, se siente por el movimiento del verde, del agua, de la moto, se siente en el amor de la cámara por el mundo sensible, se sentirá más tarde cuando vayan a la feria y de nuevo no tengan mucho que decirse pero bailen, muy lindamente bailen, atreviéndose apenas a moverse, descubriendo apenas que sus cuerpos pueden moverse mientras alrededor de ellos vibra la fiesta.
Casi al final, cuando ya sentimos que se acerca la tragedia, Pierre y Djemila van juntos a ver el mar, era algo que querían hacer, ver el mar juntos, apenas lo han dicho una vez, pero se dicen tan pocas cosas que no se olvidan, van al mar, dan un paseo en barco y de nuevo apenas hablan un poco del amor que sienten y de los peligros que les esperan, no hace falta que hablen mucho porque de nuevo el mundo sensible habla por ellos, el mar, el movimiento del barco, el sonido del motor, otra pareja junto a ellos, las inmensas ruinas industriales, las chimeneas de las fábricas, no hace falta que hablen porque ya el mundo de alrededor se carga de movimiento pero también de tristeza y hace resonar cada palabra, las hace sonar cargadas de destino en ese barco que no va a ninguna parte.
(Pierre et Djemila, Gérard Blain)

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