viernes, 23 de septiembre de 2016

y se me olvidaba


Y se me olvidaba decir que en La mujer pantera, en Yo anduve con un zombie, en La séptima víctima, la mujer que muere, la mujer que desaparece para que un nuevo matrimonio tenga lugar, es la más elegante, es la excepcional, es la inolvidable, es la que lleva un negro abrigo de pieles cuando la película transcurre en el norte, es la que lleva largos vestidos blancos cuando la película transcurre en los trópicos.
Ay del abrigo de pieles de Irena y de Jacqueline, ay del abrigo de pieles negro que es como un signo, como un destino, como llevar la marca de la muerte y tener que andar por la ciudad en busca de un final.
Dos veces un abrigo de pieles y dos veces el doctor Louis Judd, se podría pensar que una película precede a la otra, que una es lo que sucedió antes, pero no creo, no, más bien sería como si una de las dos películas se echase a dormir y soñase a la otra, quizás sea La séptima víctima la que sueñe La mujer pantera, o Jacqueline la que se sueñe Irena, sí, Jacqueline soñándose una maldición de siglos, soñándose excepción fantástica en un mundo gris, soñándose una muerte inevitable y no una muerte de teatro, aunque su muerte teatrera sea, finalmente, muerte verdadera, aunque el final de Jacqueline, finalmente, sí se confunda con el final de Irena y su sueño sea uno de esos de los que no se despierta, aunque su ficción sea una de esas que, finalmente, hay que realizar en la vida misma.
Y lo que no dije la otra vez era esa presencia de la muerte en Irena, en Jessica, en Jacqueline, ya desde el principio, no hay un triángulo sino un cuadrado, un cuarteto, y la esquina invisible es la muerte, la muerte que lo mismo hace imposible que hace inolvidable, que lo mismo asusta que atrae, sí la otra vez conté la historia como si todo fuese culpa de los que sobreviven, del nuevo matrimonio, y tampoco es eso, no, lo diga como lo diga, no lo digo todo, me pierdo un ángulo, tomo partido y no quiero, no, tomar partido, pero es que siempre la película tiene que borrar un ángulo, dejarlo en la sombra, es que nunca puedo verlo todo, nunca puedo ser todos, para eso haría falta algo nuevo, haría falta, quizás, una mirada desde el otro lado, desde fuera del juego de las sillas musicales.
Las películas se sueñan las unas a la otras y una de ellas es como el sueño del después, el sueño de lo que pasa una vez que el nuevo matrimonio vive feliz y en el olvido del primer matrimonio, y esa película es La maldición de la mujer pantera, donde nieva y sin embargo Irena no viste de negro sino que lleva un largo vestido blanco, con capa, pero es que ya no puede pasar frío, es que ya está muerta, y es un fantasma o la imaginación de una niña, sí, Irena, que hacia el final de La mujer pantera era como si se hubiese vuelto niña de un nuevo matrimonio, es ahora el consuelo de la niña real de ese nuevo matrimonio, o es el pasado que nunca se puede olvidar del todo, como prefiráis, es la obligación de ver todos los ángulos, de sentir todos los miedos, de afirmar todas las miradas, para que cese, si es posible, el juego de las sillas musicales y la muerte quede, por un tiempo, en suspenso.

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