miércoles, 18 de noviembre de 2015

al calor de un mechero


La película transcurre en un tiempo y lugar en el que en apenas un instante se pasa de la felicidad a la tristeza, de la seriedad a la alegría, como si hubiese mucha hambre de vivir y también mucha pena y ausencia.
El lugar es la Unión Soviética y el tiempo es, creo, un tiempo de guerra, la vi sin subtítulos, no me enteré de nada de lo que decían, pero en los barcos se cargan cañones, por la calle desfilan soldados y en las fábricas y en el puerto tan solo trabajan mujeres, así que creo, sí, que es un tiempo de guerra, quizás la segunda guerra mundial, y la película, adivino, es algo así como la historia de amor entre un soldado de permiso y una mujer, quizás viuda, con un bebé, que trabaja manejando una grúa del puerto.
En el puerto tan solo trabajan mujeres y hay que ver, al final de la película, los rostros de esas mujeres, rostros agotados y resistentes en la nieve, la película empieza con los hombres, con el soldado que llega a la ciudad, pero termina con ellas en la nieve.
Porque es una película en una ciudad nevada, una película donde se dan saltos para ahuyentar el frío, donde se come un poquito de nieve mientras se habla junto a unos troncos cortados, donde el fuego y el calor y la llama de un mechero son un bien preciado.
El frío y el calor van y vienen, como la felicidad y la tristeza, el frío está ahí, en el mundo en el que viven, y la tristeza también, pero eso no quita que haya fuegos a los que arrimarse, eso no quita que aparezca la felicidad, inestable y breve como una llama de mechero, fuegos que aquí son amor y baile y circo.
Porque también hay un circo, con acróbatas, luchadores de torso descomunal, chicas que hacen algo así como gimnasia rítmica y un tipo que toca dos trompetas al mismo tiempo.
Hay nieve y fuegos, felicidad y tristeza, circo y guerra, y en realidad lo primero que vi de la película fue un fragmento que había puesto Pierre Léon, qué majo es, en youtube, vedlo aquí...
¿Veis qué hermoso es el fragmento? Con la acróbata allí arriba y la mujer ahí abajo en pleno encantamiento. Hay que ver cuantas cosas pasan por el rostro de esta actriz. Detrás de ella se ve algo desenfocado, la actriz está recortada contra una proyección que es algo así como lo que ella está viendo, a la acróbata allí arriba girando y girando, y pensé que es cierto, que el encantamiento que se siente a veces cuando uno es espectador habría que filmarlo así, al mismo tiempo la mirada y lo visto, lo visto envolviendo al que mira, o quizás no sea eso, quizás eso que gira tras la mujer sea como el punto de vista de la acróbata, desde ahí abajo la espectadora encantada se siente como si estuviera allí arriba, ve el mundo girar y girar como lo ve la acróbata.
Y ¿veis luego cómo vuelve a casa con ese encantamiento acróbata en el cuerpo? Va con la música del circo sonando en su vida y con esa música abre las puertas a la luz, se calienta las manos, coge al bebé y le ríe y le balancea, bebé acróbata, hasta que el niño se mea sobre ella, oh alegría del pis caliente.
Es la primera y última vez que aparece el bebé, no sé si hablan de él antes. En la película hablan bastante, sobre todo ella. De pronto deja de correr, de bailar o de trabajar y habla.  Hay, por ejemplo, un largo monólogo en un barco abandonado y varado. Primero ella baila, corre y juega. Luego se detiene, apoya los brazos en un timón que ya no guía nada de nada y habla. Es uno de esos momentos en los que tantas cosas pasan por el rostro de ella, del frío al calor, del fuego a la nieve, uno no se aburre viendo ese rostro, aunque no entienda nada, y aunque prefiriese entender, claro, porque lo que dice parece importante para ella, y a esas alturas uno (el espectador, el soldado) ya la quiere lo suficiente como para sentir importante para sí lo que sea importante para ella.
Me gustaría ser capaz de decir más, mucho más. Ser capaz de decir cada uno de los instantes, porque esta es una de esas películas que parecen hechas de momentos de gracia. Decir cada uno de los quiebros de la felicidad a la tristeza y de la tristeza a la felicidad. Decir el instante en el que una mano  agarra un hombro, un hombro que necesita sentir el contacto de esa mano como se necesita el fuego en medio de una gran helada, y decir la brevedad de ese instante y la mano que enseguida se retira, y decir también cómo vemos en ese momento que aquel es un tiempo donde la llama de un mechero es tan preciada y escasa que la mujer apenas duda un instante y sale corriendo tras el hombre, sale corriendo tras un instante más de felicidad.
Y decir que todo esto, toda esta fiebre que pasa sin cesar del frío al calor y del calor al frío, es algo que se filma, plano a plano, encuadre a encuadre, luz a luz, gesto a gesto.
Decir que la fiebre es todo un trabajo de amor y de atención.
(Espérame, Anna, Valentin Vinogradov)

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