lunes, 29 de septiembre de 2014

con su triste rapidez


Hasta hace unos días yo no sabía nada de esta película ni de este cineasta y ahora ya no sé si algún día podré olvidarlos, es una película que parece que va a ser una historia de amor que acaba mal y a última hora resulta ser una historia de amistad que empieza bien, y es como si el cineasta tocase todas las notas, o todos los planos, muy deprisa, con una alegría triste, quemando bellezas encontradas a toda velocidad, uno se pregunta por qué no había sabido antes de esto, como la nouvelle vague y todo eso pero más pobre y más ingenuo y más serio, hay planos que uno nunca había visto antes, los suelos de Brest de noche con la lluvia, por ejemplo, pero sobre todo uno nunca los había visto a esa velocidad, y al final a uno le entran ganas de escribir cartas a algún amigo lejano, de estar solo en París o en cualquier otra ciudad, estar solo para luego darse cuenta de que no, de que en realidad no se está tan solo, porque están los encuentros del azar, sí, pero está sobre todo la posibilidad de sentarse a escribir, a contar, a contarse, y que si queda un gusto de tristeza al menos es una tristeza libre, una tristeza que no se diferencia tanto de la alegría, algo así es esa velocidad de los planos, un baile que uno ya no sabe si es alegre o triste, pero que sigue girando y girando.
(L'amour à la mer, Guy Gilles)

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