Empezaremos por el sexo y por la identidad. O por el quedarse desnudo, el desnudarse. Algo que ya está presente en su primera película, Thunderbolt and Lighfoot (1974). Lighfoot (Pies ligeros, ¿nombre indio?) es un chico sin familia, que a menudo se expresa mediante refranes, algo afeminado, un tipo que aún no ha perdido la ilusión y que encuentra en Thunderbolt (Eastwood) un amigo o, mejor, un hermano mayor. Los personajes de El cazador forman una familia. Los inmigrantes de Las puertas del cielo forman también una familia, ha dicho Cimino.
Pies ligeros trabaja en una obra (todos tienen que trabajar en un momento dado para financiar el atraco). Una obra en una casa de ricos. La mujer que vive en esa casa tiene la costumbre de exhibirse desnuda, detrás de un cristal, delante de los obreros. Pies ligeros cuenta esto a uno de sus compinches, veterano de Corea y ex amigo de Thunderbolt. Cuando éste descubre, al entrar en una habitación, a la hija del tipo que sabe la combinación de la caja fuerte haciendo el amor con su novio, se quita la media (han entrado en casa del tipo para robar la combinación) y se queda unos segundos mirando a la pareja, cosa que no se le ocurriría a otro director. Como si, además de estar contando una historia de atraco, estuviera contando otras cosas, más secretas, que tienen que ver con la frustración, la soledad y el miedo.
La noche antes de partir a Vietnam, Michael correrá desnudo por las calles muertas de la madrugada, y en un patio de baloncesto le prometerá a su amigo Nick que, ocurra lo que ocurra, no dejará que éste se quede en Vietnam.
Uno de los mejores y más misteriosos momentos de El siciliano es aquella secuencia en la que la americana va desnudándose camino de la bañera seguida de una criada que va recogiendo las prendas que ésta va dejando por el suelo. La serie de travellings hacia detrás y hacia delante entre las dos mujeres. Hasta el plano final en la bañera. No se trata aquí (o por lo menos no exclusivamente) de diferencias de clases sociales sino de algo más íntimo y profundo.
En 37 horas desesperadas hay un personaje memorable. El de la jefa de policía. Una mujer bastante dura que habla como un hombre. Hay una secuencia muy buena en la que ella sube por una escalera, abre una puerta y se encuentra de golpe con la abogada, completamente desnuda (le están instalando unos micrófonos). La abogada es rubia y alta y puede representar, sin ningún problema, el ideal femenino. Ese cruce de miradas, ese choque rápido, furtivo.
Cimino es de los pocos cineastas que saben lo que puede un cuerpo, aún más un cuerpo desnudo.
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