(Música, ruido, disparos, palabras, ritmo acelerado de las palabras, gritos… Ciudad de luces y de ruido, a sus puertas llama el silencio, a sus puertas llama Nosferatu. Nadie lo ha visto venir, ya está dentro, puertas interiores que nadie pensó en cerrar, que nadie pensó en vigilar.)
King of New York podría titularse también Nosferatu en Nueva York, como Tarzán en Nueva York. En una secuencia Frank White está viendo el Nosferatu de Murnau y a partir de ahí (o quizás antes), se va nosferaturizando, a su manera silenciosa, se acaba apagando de un balazo. En medio del Nueva York de finales de los ochenta se va colando un pasado mudo.
(Normal que acabase llegando The Addiction, vampiros en Nueva York, blanco y negro, final de cine mudo, la cruz y el silencio.)
¿Y si una de las singularidades de Ferrrara fuese esa, la de ser, al menos por momentos, un cineasta mudo que filma las luces y sombras de la ciudad contemporánea?
Todo esto a cuento de haber visto El ángel de la venganza, una de sus primeras películas, una chica muda que trabaja en un taller de moda es violada dos veces en un día, mata al segundo de los agresores, lo corta en pedazos que va distribuyendo por Nueva York en bolsas de plástico negras y empieza a disparar sobre todo hombre que se le acerca, teniendo en cuenta que cada vez se va dejando acercar más. Algo hay de la caza nocturna del vampiro. Vampiro mudo. La costurera tímida transformada en vampiro, en ángel de la muerte.
(A la mirada de Frank White, a la mirada de Thana, más vale no asomarse. Como ese sentido de la pausa flotante de Christopher Walken, esa mirada de de Zoe Lund, si te asomas al interior de la pausa sólo hay abismo, vértigo. “Es peligroso asomarse al interior”. El silencio en llamas en el corazón de la ciudad.)
Melodramas mudos, venidos de un pasado muy lejano, de otro mundo, reapareciendo en medio de nuestro presente. (No recuerdo ya si Juliette Binoche hablaba en Mary, recuerdo que acababa siendo sólo una imagen sin voz, se había perdido en otro mundo, o a través de ella otro mundo había entrado en el nuestro. La pasión de Cristo, junto con el vampiro, en los orígenes del cine.)
Melodramas mudos, uno puede casi imaginarse a Lillian Gish en una película de Ferrara, un remake de Lirios rotos en la Cocina del Infierno. Si no lo ha hecho ya en alguna de las películas que no he visto.
Todo ello por no hablar del perro.
(…)
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