Visconti en Venecia, en el 71. ¿Entre los suyos, en algún sitio?
Entre la gente del cine, que siempre es la misma, no cambia. Como las familias. Entre palacios que se caían desde hacía tiempo, no tanto, es cierto, pero que a la vista estaba que habían resistido a varias familias, a la suya entre otras. A los empentones de los milaneses.
Conde de Lonate Pozzolo Luchino Visconti di Modrone.
Con Dirk Bogarde. Con la novela de Thomas Mann en el bolsillo. Con una camisa de flores.
Luchino Visconti, 65 años (veo que me está saliendo un “contratrailer”).
Imaginemos ese libro que Visconti llevó a Venecia. ¿De verdad alguien cree que Visconti llevó la novela a Venecia? ¿Podéis imaginarlo en su habitación del Danieli, o del Monaco, repasándola por las noches?
En el 71. Con eso que ahora llamamos historia del cine, a la vista. La gente debía de hablarle, le preguntarían por cosas como el montaje, la luz o los encuadres. Todavía hoy las cuatro cuartas partes del cine habla de eso, dice cosas como encuadre o puesta en escena. Creen que existen. Dicen que montan. Debían de hablarle de todo eso, en Venecia, en el 71.
Aquí os dejo la prueba de que Visconti se aburría en Venecia. Cómoda y fluidamente.
También la prueba de que aunque sólo fuera por una vez, en ese rodaje, se despegaron los labios.
Salió un buen bostezo y una película mejor. Anoche estábamos viéndola en casa y a la mitad aproximadamente alguien comentó: “¿Creéis que llegarán a decirse algo?” Se refería claro está a Tadzio y al profesor von Aschenbach. Lo he estado pensando y creo que no cabía crítica, descripción mejor.
“¿Creéis que hablarán?” , dijo la vocecita. Herméticos italianos. Fellini, Antonioni... Recordad la última película de Antonioni, cuando ya no andaba: Lo Sguardo de Michelangelo. De acuerdo, sí, pero: ¿de qué Michelangelo?
Cuál era pues la respuesta. ¿Hay alguien aquí que, a mitad de proyección, pueda pensar que Tadzio y Von Aschenbach “hablarán”, como preguntaba la voz, o que "se comunicarán", o que llegarán a intercambiar nada medianamente inteligible?
Opino que no basta ver la película porque hemos acabado de verla y no bastaba. Von Aschenbach muere –justo cuando parecía resucitar, es cierto-, Tadzio desaparece tragado por el Sol, pero la pregunta no desaparece. Puede seguirse haciendo, en otro tiempo verbal: ¿han hablado? ¿Alguien ha oído algo?
Es extraño pero hay películas que no terminan. Cuando están hechas sobre el borde de las palabras, por ejemplo. O un poco antes del momento en el que los labios se empiezan a separar (para bostezo).
Porque, ¿qué ha pasado aquí? Estamos tentados de decir… “nada”, y esa será una de las mejores respuestas, seguramente. ¿Os acordáis de los westerns? No os riáis, no… Alguien llegaba de ninguna parte, “del horizonte”, y luego se iba más o menos por donde había venido. Aquí hay alguien que surge de los vapores de una laguna o bien de la música de Mahler (esa sería mi duda y si alguien me lo aclara se lo agradeceré). Pero, de todas formas: ese alguien desaparece al final y, ¿qué pasa mientras tanto?
He tenido que volver a verlo pero ahora estoy en condiciones de decirlo: cuando Tadzio mira al profesor, las numerosas veces que lo hace (porque la película no consiste en otra cosa que en si Tadzio ha visto, ve o verá al profesor), siempre es como si estuviera “volviéndose a mirar”. E importa poco que se encuentre ya de frente (el movimiento de los globos lentos bajo los párpados) o tenga que girarse (qué difícil que no importe). Porque da la impresión de que cada nueva vez su mirada ha tenido que nacer, salir de un escondite o dirigirse a un lugar. Ha tenido que exponerse. No ocurre lo mismo con el profesor. La posición y movimiento de su ojo es mucho más difícil de precisar y pese a los zooms (por favor, alguien que escriba sobre esto) parece no cambiar. Aparentemente está siempre quieta, receptiva y en calma. Como una laguna.
No son dos bloques homogéneos los que aquí se enfrentan, en estos “planos contraplanos” (no lo son, tampoco), sino uno muy pequeño aunque visible y determinado, un embrión, que choca a la velocidad del sonido (por lo menos) con otro mucho mayor y menos determinado. No estoy seguro de si este otro cuerpo es el de todo su ambiente o el ojo del profesor. Por eso lo de nacimiento. Digamos entonces que el ojo del profesor está “por todas partes”, o en ningún lugar (si alguien es religioso). Y es difícil saber lo que se mira cuando lo que se mira es todo a la vez.
Pero volviendo a lo de antes, aquello no eran miradas de verdad. Habíamos quedado en que a esas alturas (Venecia, 71) no existía el plano contraplano y, en efecto, La muerte en Venecia es una película asombrosa sobre el plano contraplano. Sobre una acumulación engañosa de planos contraplanos que no dicen nada, que parecen estar a punto de hablar pero en el fondo, y tal vez en la superficie, callan. Bueno, están allí quizá para propiciar el lejanísimo plano contraplano de la secuencia final (¿el más tenso y alejado de la historia del cine hasta A través de los olivos? No, no: el de Visconti sigue envuelto en lejanías mayores, no es fácil igualar el desdén magnífico y la inteligencia negligente de un conde milanés). Es decir, tenían algo de lo que hablar Tadzio y el profesor, finalmente.
No es sólo que en la secuencia final Tadzio gire por primera vez sobre su hombro izquierdo, tras muchas veces sobre el derecho, a contraluz, y haga ese extraño gesto de estatua que ahora no estamos en condiciones de comentar. Es que la respuesta de Von Aschenbach, su expiración, responde también a una pregunta anterior (hora y media anterior.) ¿Os acordáis de la segunda entrada en Venecia del profesor, la alegre, cuando le pierden las maletas y tiene que volver al hotel? ¿Recordáis lo que hace al llegar a la habitación? Abre las ventanas y mira abajo, la playa, donde el zoom va a buscar a Tadzio abajo entre toda la gente y todos los granos de arena. Hay otro posible cruce de miradas pero esta vez la ausencia de contraplano y el hecho probable de que Tadzio no advierta al profesor (no se le ha visto mirar en ningún momento hacia arriba) hace aún más difícil de creer que alguien esté recibiendo de verdad el gesto extremadamente estilizado de von Aschenbach de levantar el brazo derecho y saludar (lo recibe la cámara). Es posible saludar al vacío, desde luego. A veces he visto a la gente saludar a los aviones aquí abajo, usaban un pañuelo blanco. Más raros son los que saludan desde un avión. Si en la secuencia final Tadzio estira el brazo izquierdo (negativo, contraluz, espejo, está de espaldas: a nuestra izquierda en la pantalla) es que está respondiendo al saludo de Von Aschenbach, aunque sea varios días (más de una hora) después. Pero sobre todo es que lo vio, aunque fuera de reojo. Expiración.
Nota tomada. A buscar el dvd o la sesión parisina.
ResponderEliminarLa "inteligencia negligente" de un noble italiano. Caso de Fellini y Rossellini también, todos nobles de algun medio, aristocracia, lumpen, periodismo, democracia-cristiana...
Lo de la inteligencia negligente lo debió de inventar en realidad Rossellini, y los demás comprendieron y siguieron. Permite algo muy importante, películas que sólo van de una cosa, en este caso de un plano-contraplano que tiene o no lugar.
Pelúclas raras demasiado sencillas, y aún más raras cuando llegó nuestro amigo el travelling óptico.
Completamente de acuerdo.
ResponderEliminarPor lo que cuentan Rossellini empezó en una especie de acuario, donde, ya mayorcito, se dedicaba a hacer un plano al día de medusas y esponjas de mar. En el principio fue Rossellini y... Renoir. Visconti salió del teatro de su casa (hablamos de alguien que para ir de la cocina al salón pasaba por un teatro) y luego fue modista en el rodaje de Toni. Como dice un amigo "mirad Toni, todo el neorrealismo sale de allí". Puede decirse pues que el neorrealismo adoptó una primera apariencia de vestido de flores (o de desvestido, para ser más exactos).
LA BANDE DES QUATRE
ResponderEliminar(en homenaje a Parra)
Los cuatro grandes
de la nouvelle vague
son tres:
bresson y renoir.
Uno de los mejores textos sobre cine que se han escrito ultimamente. Enhorabuena y gracias a su autor
ResponderEliminarOtra película también sabia, perversa y clarísima sobre el plano-contraplano, y de las mismas fechas (1973), es La maman et la putain. Pierre Lhomme contaba que todas las mañanas las empezaba con Eustache calentando motores y discutiendo cómo filmar los planos contraplanos, porque se habían planteado la película como un catálogo de todas las posibilidades en este terreno. Puede que sí.
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