Premio a los más veloces: Kinuyo Tanaka y Mikio Naruse.
Si Hijas, esposas y una madre, de Naruse, y Mujeres de la noche, de Kinuyo Tanaka fuesen, en lugar de películas, tupperwares, serían tupperwares mágicos. En un tupperware Naruse o Tanaka de, pongamos, una hora, entra más, mucho más que en un tupperware normal de una hora. Son capaces de meter diez kilos de cocido donde a los demás apenas les entran dos o tres. Visto por fuera parece una hora de película normal, un tupper de volumen normal, pero cuando ves cada uno de esos minutos, cuando coges el tupper, resulta que aquello pesa diez kilos, resulta que en esa cosa que parece tan pequeña has podido meter toda la olla de cocido.
Kinuyo Tanaka, una de las más grandes actrices del cine japonés, la de las películas de Mizoguchi, para entendernos, dirigió seis películas. No son fáciles de encontrar.
Mujeres de la noche dura una hora y media. Sin embargo al verla pensé que había un error en el programa y que había durado más de dos horas. No porque me aburriese, al contrario, sino porque me parecía físicamente imposible contar todo lo que cuenta en una hora y media. Y que además nada parezca ir acelerado, que cada secuencia parezca durar su tiempo justo.
Quizás debería de hablar un poco más de esta película, puesto que casi no hay información de ella y no parece muy accesible. Digamos que es un drama en blanco y negro y en Toho Scope sobre el periodo que siguió a la prohibición de los burdeles en Japón, como si Kinuyo Tanaka retomase el trabajo allí donde Mizoguchi lo dejó en La calle de la vergüenza. Las mujeres se dedican ahora a hacer la calle y cuando son arrestadas las envían a unos centros de rehabilitación. La película se centra primero en uno de estos centros y luego sigue las tentativas de una de las chicas para reinsertarse en la sociedad, chocando cada vez con los prejuicios que le hacen imposible el trabajo y el amor. La película concluye en una playa, más allá de la sociedad, más allá de las esperanzas sociales, en la pesca de algas, ante un paisaje impresionante que recuerda al final de El intendente Sansho.
En una hora y media la película consigue alcanzar la complejidad y la amplitud de una película de dos horas. Al salir he llegado a pensar que en el Toho Scope, por alguna extraña razón, caben más cosas que en los otros formatos, como si el formato compensase en el espacio lo que parece faltar en tiempo. Y sin que parezca acelerar.
La de Naruse, en cambio, color, Toho Scope, va a toda velocidad y lo parece. La película pasa de 0 a 100 en pocos segundos. Todavía no tenemos muy claras las relaciones entre los personajes y ya ha habido un accidente mortal que ha perturbado el orden cotidiano. (Un accidente que se resume en una llamada telefónica y un funeral, como en otras películas suyas. Esas llamadas telefónicas, esos accidentes decisivos cuando la película apenas ha empezado, las desgracias en Naruse parece que golpeen a pie cambiado.)
La velocidad de Naruse y de Tanaka son muy diferentes. Kinuyo Tanaka es como si tuviese una zancada larga, cada secuencia tiene su tiempo y lleva tan lejos que al final parece que has compartido toda la vida del personaje. Naruse en cambio es cómo si tuviese una zancada más corta pero más frecuente. Nuestro ojo apenas puede seguir el ritmo de su carrera. Y así consigue el truco de que parezca hacer más secuencias de las que realmente hace y pueda prescindir de mostrar un accidente sin que lo notemos. De todas maneras en tres secuencias más hemos ido tan lejos en las implicaciones del accidente que no tenemos tiempo de volver la vista atrás. Naruse avanza siempre más lejos.
En Hijas, esposas y una madre Naruse parece recorrer algunos de los temas de Ozu, juntar Viaje a Tokio y las películas de estrategia matrimonial, con Setsuko Hara, con una coda final en la que aparece Chisu Ryu... Todo ello bañado en problemas de dinero, historias de préstamos, amores frustrados, una sesión de cine amateur, un paseo por la montaña, una visita a una exposición de Rodin, Hideko Takamine en segundo término ...
Me gustaría saber qué pensó Ozu al verla, si se dijeron algo de la película bebiendo una botella de sake. Resulta difícil no pensar que la secuencia final es un homenaje consciente de un gran cineasta a otro.
Y todo ello con ese ritmo tan particular de Naruse, esa manera de pillarnos desprevenidos, de pillar desprevenidos a los personajes, no una fatalidad, algo peor, los golpes pueden venir de donde uno menos lo espera. Uno no va hacia su destino, hace lo que puede. Y esa admiración discreta por quien hace todo lo que puede. Los, en cierto modo, "malos hijos", como dice de sí misma Setsuko Hara, aquellos que no están preparados para el egoísmo.
Vaya, no sé a donde he ido a parar, yo quería hablar de tupperwares.