... es un cuadro de una chica rubia vista de cerca, el busto, sentada, echada la cabeza de lado sobre el dosel de un sillón, vestida de rojo, "el reposo" se llama el cuadro o, también, "la joven del corsé rojo", y en ese cuadro uno puede perderse, en el pelo rubio que no es solo amarillo, que está hecho de tantos colores que ahora ya no los recuerdo, no puedo nombrarlos, hay tantas pinceladas que viven cada una su vida dentro de ese amarillo del pelo, y lo mismo la piel, lo mismo la pared, el sillón, el vestido rojo, de lejos es un color y de cerca es todo un mundo de colores y pinceladas vibrando, un mundo que cuando se mira de cerca uno ya no se quiere ir, si acaso tocar, si acaso morder y llorar de no poder tocar, de no poder morder...
...es un personaje de paso, un personaje salvado por la pintura de Bonnard, ved, en una película hecha de muchos, muchos planos, todos los planos posibles, todos los planos bellos, es una película hecha como de pinceladas, muchas pinceladas rápidas y febriles, es muy extraña esta manera de filmar, con hombres y mujeres que salen muy guapos, que hablan con voz suave, que siempre están serios, hasta cuando se ríen están serios, entra la música muy lírica cuando se besan, lo vemos de cerca y de lejos, una y dos y tres veces, las ramas de los pinos se mueven con el viento, y podría ser todo un poco amanerado, pero no es eso, no, lo que hay es hambre, hambre de belleza devorada sin pausa en planos que apenas aparecen y ya desaparecen, es como el marinero aquel de Jack London que se perdía en el polo norte y que cuando finalmente era rescatado escondía galletas en su colchón, para que nunca le volviesen a faltar, planos como galletas, planos como pinceladas rápidas e intensas, viviendo cada una su vida ahí dentro de la secuencia, vibrando como las pinceladas que hacen el pelo rubio de la joven del corsé rojo...
(Le clair de terre, Guy Gilles)
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