viernes, 29 de septiembre de 2023

mineral al mineral




Es, creo, el único plano detalle de la película: sobre una tumba, una mano hace desaparecer un anillo bajo la tierra. En el resto de la película casi todo está visto con más distancia. Hay, casi al final, un momento muy emocionante en el que algo sucede entre dos manos, la de un hombre vivo y la de un hombre muerte. Un gesto de reconocimiento. Un gesto de humanidad. Pero ese gesto está filmado sin ningún plano detalle, sin que ningún cambio de plano lo subraye. Y la emoción en parte viene de ese pudor, de esa entereza del plano. Lo vemos, no podemos no verlo, pero tenemos que ir a buscarlo con nuestra mirada, con nuestra atención. Tenemos que ser sensibles a ese pequeño lugar del plano en el que algo esencial sucede. Quizás porque lo esencial, al menos en esta película, sucede así, un detalle en el mundo, un grano de arena. Cada grano de arena cuenta. Cada grano de arena podría tener su historia. Cada grano de arena es el mundo entero. Para contar la historia de un grano de arena hay que verlo de cerca, sí, pero tampoco de demasiado cerca, porque no hay que olvidar que, al mismo tiempo, es pequeño, es apenas un grano de arena. Su pequeñez es parte de su historia, es parte de su ser. Hay que ver, en esta película, cómo están filmados los personajes y cómo están filmados los planos generales. Una vez, hace muchos años, en el examen de entrada a una escuela de cine (en la que no entré), preguntaban para qué servía cada valor de plano. Me pareció una pregunta muy rara. Para muchas cosas, creo que respondí, e hice una pequeña lista para cada valor de plano. Con esta película podría responder que el plano general sirve para que no olvidemos lo grande que es el mundo y lo pequeño que es el hombre, apenas un grano de arena que sabe que regresará a la tierra, y para que tampoco olvidemos que si el hombre nos emociona es porque es pequeño. Aunque en realidad sin el hombre tampoco existiría la idea de lo grande y de lo pequeño, somos la pequeñísima escala de lo inmenso. Pero un cuerpo, para que lo sintamos pequeño, lo tenemos que sentir también real, concreto, tenemos que sentir su volumen. En esta película todo tiene volumen, quizás por la manera de moverse en el plano (ciertas curvas que se trazan en los planos generales, por no hablar de la triangulación en el ataque hacia el final, en las colinas, con el ataque surgiendo de dos puntos diferentes del plano) y por la manera de situar elementos en profundidad. Y, del mismo modo que los cuerpos se destacan en el espacio que los hace vulnerables, también se destacan en el tiempo. Esta es una película llena de frases brillantes, a veces lapidarias y cínicas, a veces sabias y desesperanzadas. Son frases brillantes pero hay que oír cómo suenan, sin alzar la voz, sin que se destaque su brillantez, y hay que oír el silencio entre ellas, un silencio que en vez de realzarlas parece desnudarlas, como para demostrar que una frase brillante es también muy poca cosa, es apenas un instante en el tiempo, una manera de comprobar que se está vivo, que la cabeza todavía funciona, que ahí dentro las neuronas todavía tienen su chispa. Entre las frases hay tiempo y entre los gestos también. Por eso el plano casi al final en el que un hombre coge la mano de otro hombre es emocionante, porque hay tiempo para que el gesto aparezca, para que se mantenga frágil en el espacio y en el tiempo, y para que desaparezca. Es como, pongamos, el rostro borroso y oscuro que hay en el centro de Las hilanderas de Velázquez, algo eterno porque nunca acabaremos de verlo bien, una sombra, una esquina del mundo que de pronto ocupa el centro y que, aún así, sigue siendo discreta, sigue siendo esquina. Descubrimos que el centro del mundo es una esquina, es un punto de fuga y de sombra. Y entonces podemos pensar que ese plano de la mano y del anillo, ese único plano detalle, tampoco es un plano detalle, también es un plano general, el plano general de toda una historia, la de un matrimonio, con sus esquinas oscuras, con sus misterios que ni el hombre ni la mujer acabaron nunca de comprender, una historia y un anillo volviendo a la nada, volviendo a la tierra, polvo que vuelve al polvo, mineral que vuelve al mineral. 
(Garden of Evil, Henry Hathaway)