...you can hear the boats go by...
...hablan serio y hablan rápido, muy rápido, como si no hubiese tiempo para decir todo lo que hay que decir, todo lo que hay pensar y sentir, nos importa lo que dicen, claro, a ellos también les importa, mucho, y hablan bien, como escrito, como leído, y eso no es irreal, es cosa de la seriedad, importa lo que dicen pero también el tono, hablan con una fiebre que no alza la voz, hablan y hablan y luego callan y el mundo suena igual, pasos, pájaros, campanas y coches, ese sonido suave y amplio de algunos anocheceres y de algunos tranvías y de algunos anocheceres en tranvías o trenes o coches o autobuses, ese mundo de sonidos apagados que hace sentirse un poco solo y querer dejarse ir contra otro cuerpo, y en realidad se podría escuchar la película sin verla, escuchar esa respiración que va y viene, hecha de palabras y de ausencia de palabras, una ausencia de palabras hecha sonido a sonido, y luego, a veces, canciones, escuchad cuando entran por la ventana en el apartamento de la tía de Michelle, cerrad los ojos y escuchad, basta con escuchar para sentirse allí, muy cerca de Michelle y del desertor, a esa distancia que hay entre dos cuerpos que están a punto de tocarse, que todavía no saben si van a tocarse, hay películas así, que parece que estamos viendo y quizás no, quizás las estamos escuchando y es por el sonido que se nos hacen tan cercanas y las sentimos casi en la piel y nos dejan un poco temblando, como deja a veces la intimidad, como dejan a veces la desnudez y la confianza...
(Portrait d'une jeune fille des années 60 à Bruxelles, Chantal Akerman)
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