lunes, 5 de octubre de 2015

caballos en mis sueños

...hay caballos que tiran de los carros, hay caballos que galopan por los caminos embarrados y entre las marismas, hay caballos tordos en la noche que brillan con la luz de la luna, hay el caballo perdido de la niña Anne de Grandcamp, el caballo que cuenta en su dialecto y que no vemos, un caballo recordado que hace de todo caballo una promesa de libertad, no, no una promesa, una fuerza de libertad, lo que ahora me importa es eso, en esta película los caballos son bellos y son fuertes, no sé de dónde les viene esa fuerza extraña, quizás sea, en parte, el sonido, los cascos que rompen el barro, los cascos que resuenan sobre las piedras, y esa respiración profunda, esa respiración que viene de todo el cuerpo del caballo, que es oírla y ya el sonido huele a cuerpo y a pelo, a sudor y a vapor, o quizás esa manera de avanzar de los caballos en la película, nunca del todo en línea recta, siempre un poco de costado, o simplemente esa manera de filmar en el mismo plano los cuerpos humanos de las muchachas y los grandes cuerpos de los caballos y sentir que allí, en aquel entonces, la mayor fuerza que hay es esa, la del caballo, y sentir que algo de esa fuerza hay en Anne de Grandcamp, la niña que recuerda aquel viejo caballo, la joven de mirada dura que tiene como un caballo por dentro, el anhelo de un caballo, y que al fin se sube a uno, un caballo enorme, más alto a la cruz que ella, le estorban las faldas, le estorba el zapato azul con lazo azul, para eso sí que nos las habían preparado, ni en el momento del optimismo filosófico, ni en en momento del miedo religioso, eso sí que nunca estuvo pensado para ser cosa de chicas, y aún así se sube, con faldas y todo se sube a ese caballo más alto que ella y galopa de un lado a otro, galopa la fuerza del caballo de un lado a otro y ella llora, hasta que al fin la fuerza del caballo y la fuerza que hay en ella se unen en una misma dirección, una dirección que por ahora es la libertad, y entonces la película, habiendo juntado al fin a la chica y al caballo, puede terminarse...
(Saint-Cyr, Patricia Mazuy)

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