lunes, 2 de diciembre de 2019

un uso de las barbas



La chica está ahí con un vasito de porcelana, no sé, quizás sea un vasito de té, y no está bebiendo, no, así no se bebe, de hecho ni siquiera había té en el vasito, ni agua, ni sake, ni nada, la chica lo estaba secando mientras escuchaba una conversación que tiene lugar a sus espaldas, si os fijáis veréis que ahí, en el hueco que deja ver el biombo, hay un hombre borroso, un hombre con traje, ha venido a hablar con la madre de la chica de una propuesta de matrimonio que la concierne a ella, a la chica, pero estas cosas, claro, se hablan con la madre, no son cosas del amor, son cosas serias, así que la chica escucha esas voces que hablan de lo que podría ser su futuro y dos veces se lleva ese vasito a la boca y lo sujeta entre el labio superior y la nariz, si os fijáis veréis que la mano no está sujetando el vasito, lo está dejando en el aire, la gracia está en que se sostenga así, apretándolo entre el labio y la nariz, es un gesto que no sirve para nada, que no cuenta nada, y sin embargo es bonito, si la chica no lo hiciese el personaje sería mucho menos bonito y quizás nos daría igual con quién se case, pero como hace eso, sujetar el vasito con el labio y la nariz, pues nos importa un poco lo que le pase, y además os he engañado un poco, tampoco es tan arbitrario ese gesto, ese vasito que tapa la cara, porque el chico al que la chica quiere tenía (y ella cree que sigue teniendo) una barba que es para verla, una barba que parece bastante de mentira, yo diría que era una barba de mentira, una barba entre realista y de risa, porque la película es de reírse, es de acabar de buen humor, que se agradece, pero en la película es una barba de verdad y al chico que la tiene le da una seguridad rara pero también le da muchos problemas, no consigue trabajo por culpa de esa barba y hay veces que las chicas le hacen burla, así que acabará por afeitársela, se lo ha recomendado esta chica del vasito, esta chica que ahora, en este instante, se está sujetando algo sobre la cara que es como una barba, una barba de porcelana, algo inútil, algo incómodo de llevar por la vida, una no puede ir por ahí sujetando un vasito con el labio y la nariz, hay que dejarlo caer, como hace el chico con la barba, y al chico nada más dejar la barba le dan trabajo y se le enamoran todas las chicas que importan un poco en la película, que son tres, la del vasito y otras dos, la cosa es así de sencilla, así de chistosa, de verdad, hay muchas otras cosas que tienen que ver con la apariencia, hay que verle disimular que todavía no se he podido comprar unos calcetines, hay que verle ponerse una barba que ahora sí que es falsa, falsa de verdad y falsa de película, para resolver un problema que tiene, un problema criminal, un problema con una chica, y en realidad hay en todo este ir y venir de las apariencias y de los amores y de las chicas algo un poco gratuito, como el gesto de sujetar el vasito entre el labio y la nariz, pero es bonito ver el gesto y es alegre ver todos esos trajines, y si el gesto es bonito y los trajines son alegres quizás no sean tan gratuitos, no es poca cosa la alegría, no es poca cosa el ver cómo se puede fabricar, cómo se puede compartir, no es poca cosa que al cabo los personajes acaben libres de todo peso, peso criminal, peso de una barba, peso de un destino decidido por otros, no es poca cosa aprender a llenar el tiempo así, de disfraces y de juegos y descubrir la complicidad que hace falta para que los juegos funcionen, para que las cosas se tomen con ligereza y las barbas caigan y vuelvan a crecer y vuelvan a caer y vuelvan a crecer y así vayan las cosas. 
(La bella y la barba, Yasujiro Ozu)

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