sábado, 21 de diciembre de 2019

dos sacerdotes



Oh, es una pena, se ve tan mal, no podéis ver, creo, la sonrisa del hombre ese del fondo, ese hombre calvo y con bigote, así como lo veis la cabeza es tan blanca que parece que va a desaparecer en un haz de luz, pero no, no hay nada luminoso en él, lo que hay es un sonrisa que no es ni malvada, que no es ni de él, como si la sonrisa le viniese de algo que no es él, como si en su sonrisa hubiese todo un mundo sonriendo a través de él, un mundo con sus obviedades y sus secretos, el mundo del trabajo asalariado, el mundo de las verdades del dinero y de la jerarquía, pero, ay, que me pierdo, y no quería perderme tan rápido, el caso es que los dos hombres que están sentados se miran y se sonríen en presencia del hombre que está de pie, y solo con ver que dos están sentados y uno está de pie ya podemos ir deduciendo que los dos sentados tienen algún poder de decisión sobre el que está de pie, así van estas cosas de los cuerpos, y así es, porque el hombre que está de pie, y que es más joven que los otros dos, recién se graduó de la universidad, está buscando trabajo, y los dos que están sentados pueden darle o no darle trabajo, y por esas sonrisas que intercambian ya sabemos que se guardan un as en la manga, que no se lo van a poner fácil, lo que le proponen es un puesto de recepcionista, que no es a lo que él aspiraba, y él va a decir que no, porque recién se graduó y si estudió fue para otra cosa, para algo más, y entonces los otros dos vuelven a intercambiar una sonrisa, saben algo que él no sabe, saben un secreto al cual él todavía no ha sido iniciado, no tienen ya su juventud pero tienen el secreto, esto del trabajo asalariado tiene sus ritos y sus secretos y sus creencias que el más joven todavía desconoce, y la verdad es que viendo las caras de los dos tipos que están sentados uno desearía que el joven nunca llegase a conocer esos secretos y creencias, pero aunque de la película sólo quedan pedacitos parece que sí, que algo aprende el chico joven, algo que tiene que ver con la humillación, con el rito de la humillación, porque resulta que está casado y que su mujer va a trabajar mientras él sigue buscando trabajo, y cuando él  vea a su mujer pasando por la humillación del trabajo (ella de camarera, además, ella de pie y los clientes sentados, y ella tendiendo una cerilla encendida al cigarrillo de un hombre sentado, convirtiendo el gesto familiar en gesto que se vende, el gesto familiar entrando de pronto en otra lógica, la lógica esa de las sonrisas y el secreto), eso le va a hacer reaccionar, le va a hacer ocupar el sitio de ella en el rito de humillación, y entonces las sonrisas de los dos tipos sentados se van a volver sonrisas de acogida en el mundo del trabajo, él va a ser premiado por haber conocido el sufrimiento, por haber experimentado el secreto, realmente esta es una historia religiosa, una historia sobre los caminos de la conversión, y no sabemos si de conservarse la película entera sería un poco menos inquietante, quizás sabríamos, por ejemplo, si el mundo que el hombre y la mujer van construir entre ellos va a merecer el sacrificio, o sabríamos si él se convertirá a su vez en un tipo sentado de sonrisa jodida, o si en realidad esos tipos de sonrisa jodida tienen a su vez un reverso, si son algo más que oficiantes de una religión cansina y cansada, podríamos saber todas esas cosas pero no sabemos y nos queda imaginar o mirar a nuestro alrededor y ver el mundo, como un juego de espejos, reflejando una y otra vez esas sonrisas y, ahora sí, perdernos. 
(Me gradué, pero... Yasujiro Ozu)

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