jueves, 19 de diciembre de 2019

alegrías de la lechera



Podría ser una ventana muy sucia, pero es una ventana muy fría, tan fría que se pueden trazar sobre ella cifras y letras, y si la ventana está tan fría es porque es la ventana de un tren que va hacia las montañas en invierno, que va hacia la nieve, y las letras y las cifras las trazan dos estudiantes que tras los exámenes, y antes de los resultados, se van a esquiar a la montaña, y por el camino hacen cosas como esta, las letras son los apodos de los profesores que les han examinado, las cifras son las notas que suponen pueden ponerles en los exámenes, así que los dos amigos van haciendo las cuentas de la lechera, por pasar el rato, por hacer más corto el viaje, y en realidad siempre están haciendo eso, con las notas, con los dineros, con los amores, haciendo cálculos en el aire, imaginando lo que podría ser con apariencia de lógica y de planificación y vocación de desastre, ahora mismo, en este tren, los dos van haciendo eso juntos, las cuentas de la lechera de las notas que podrían tener y no tendrán (al final lo sabremos) pero además van haciendo, por separado, en silencio, cada cual en su cabeza, otras cuentas de la lechera, unas cuentas amorosas, y es que resulta que uno de ellos conoce a una chica muy guapa que va a estar allí, en la montaña, y el otro también conoce a una chica muy guapa que va a estar allí, y lo del esquí es para los dos una excusa para ir a verla, pero ninguno de los dos le ha hablado al otro de ninguna chica ni de nada que no sea esquiar, y además resulta, quizás ya lo hayáis imaginado, que esa chica en realidad es una sola, que los dos están enamorados, o encaprichados, de la misma chica, y la película parece que irá de cual de los dos se quedará con ella, y en esa competición parece que uno tiene todas las de perder, porque es un eterno derrotado, se le ve en la cara, se le ve en los hombros caídos, y encima no sabe esquiar, se cae todo el rato, y el otro tiene todas las de ganar, porque es un suelto, porque es un listo, porque para lo bueno y para lo malo es del tipo invasivo y tramposo, pero la verdad es que sería muy triste si uno de los dos le ganase al otro, porque es muy triste que esa amistad de pronto se convierta en competición y que esa chica se convierta en trofeo por ganar, y si uno gana se nos estaría contando que eso de la competición es algo así como la realidad, una realidad más real que la amistad, así que solo pueden pasar dos cosas, que aparezca una segunda chica o que pierdan los dos, y en este caso pierden los dos, porque lo que ellos se figuraban triángulo no lo era, ninguno de los dos había sido nunca considerado por la chica, en esta historia no había en realidad geometría alguna, apenas sumas y restas en el aire, y es normal que así sea, porque si esta es ante todo la historia de dos tipos que hacen las cuentas de la lechera y nunca les cuadran con la realidad, entonces ninguno de los dos podía ganar en las cuentas amorosas, y tan poco ganan que el que no sabía esquiar al final de la película sigue yéndose al suelo cuando la pendiente se pone inclinada, no ha aprendido nada, ni siquiera a esquiar, o quizás lo único que hayan aprendido juntos sea a nunca desilusionarse, cuando la película termina ya están haciendo nuevas cuentas de la lechera amorosas, o puede ser, ahora que lo pienso, que sí haya algo que ha cambiado, y es que, en principio, el amigo eternamente suelto dice estar haciendo cuentas y planes por el amigo eternamente derrotado, ya no trama y calcula por sí mismo sino por el otro, y vaya uno a saber, la verdad, si eso es algo que han ganado o si es la enfermedad de las ilusiones que va ganando terrenos nuevos, consiguiendo que vivan ya para siempre en un futuro que nunca llegará a ser pero que hace del presente un tiempo alegre, un tiempo tan alegre que al chico de los hombros caídos le dan ganas de saltar y de bailar hasta metido en la cama, y quizás sea eso lo que han ganado, uno las ganas de ilusionar al otro, el otro la alegría que aunque ilusa remueve el cuerpo y si remueve el cuerpo será que, al menos un poco, algo tendrá de real. 
(Días de juventud, Yasujiro Ozu)

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