lunes, 27 de agosto de 2018

dos pipas, dos



Son hermanos y van vestidos iguales, más oscuro el pantalón, más claro el jersey, un pañuelo blanco muy gordo al cuello, no sabemos si lo llevan porque están de mudanza y por alguna razón es práctico llevar ese pañuelo, quizás por el frío o por el sudor, van vestidos iguales y, además, trasteando entre los objetos que la mudanza saca a la superficie (las mudanzas son como las obras, de pronto se redescubren tiempos olvidados, lo viejo sube a lo visible, lo nuevo se va al fondo), han encontrado las dos pipas que usaba su padre, muerto hace ya años, unas veces usaba una, otras veces usaba otra, sin más razones, las dos pipas era iguales, y cada uno se ha encendido la suya, es como Hernández y Fernández, no basta que vayan vestidos iguales, hace falta además un objeto repetido, para los dos policías de negro era el bastón, para estos dos hermanos es la pipa, y ya del todo son como personajes de tebeo, ya pueden moverse con sus pipas casi en sincronía, es en esa casi sincronía donde se da a ver que de veras son hermanos, que de veras han pasado mucho tiempo juntos y han jugado y se han reído con las mismas cosas, es una manera linda de contar eso, la fraternidad, la afinidad, vestirse en sincronía, moverse en sincronía, es linda cuando es así privada, tampoco hay que olvidar que a nada que salen de casa los chicos japoneses de esa época usan uniforme para casi todo y que había lugares de sobra en los estaban obligados a moverse a la par, pero precisamente aquí no se trata de eso, aquí el uniforme tiene una parte de azar y además con pipa las cosas tienen más gracia, si la tienes en la boca puedes hacer cosas con las manos, pero hablas raro, sin casi mover la dentadura, si la tienes en la mano puedes hablar bien, pero tus gestos se quedan un poco mancos, la verdad es que para fumar en pipa hay que tener las manos libres o tener muchas ganas de complicarse la vida, pero en la complicación está la gracia de este momento, el casi baile de las pipas, la fraternidad es rozar el baile, ya luego los personajes se irán desincronizando, se irán desigualando, de eso irá la película, de que estos hermanos iguales resultan no ser tan iguales para su madre, y para ello hay razones claro, en realidad no son tan hermanos, solo a medias, en la película se van desigualando y de lo que va es del camino para recuperar esa igualdad, aunque ya no pueda volver a ser ese estado en el que las cosas salen por sincronía, por afinidad, sin necesidad de preguntar ni de preguntarse, hay que ver cómo uno de los dos golpea y pide que se le devuelva el golpe y no, nadie devuelve el golpe, como si la posibilidad de la pelea fuese una oportunidad falsa y desesperada de redescubrirse iguales, enzarzados en lo mismo, yo golpeo y tú golpeas, un golpe llama a otro golpe, hay que ver cómo el hermano que golpea se lleva luego la mano a la cara, como si de veras le doliese ese golpe que ha dado, o como si echase de menos el golpe que no le han devuelto, como si ese golpe que no le han devuelto fuese como dicen de los brazos o las piernas amputadas, que no estando se sienten, que alguna vez estuvieron y deberían de seguir estando y sin embargo no, los golpes no sirven y van a tener que buscar otra cosa, van a tener que aprender otra igualdad, la igualdad del después, la igualdad consciente, y en realidad no sabemos si lo conseguirán, si volverá la fraternidad, si volverán a caminar a la par, a fumar a la par, a golpearse a la par, o si al menos la vida les irá dando momentos de sincronía con otras gentes, momentos de casi baile, momentos de casi tebeo, fraternidades sin lazo de sangre, fraternidades todo aire.
(Una madre deber ser querida, Yasujiro Ozu)

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