domingo, 12 de agosto de 2018

el teatrillo del cigarillo


Hay un hombre y una mujer y entre ellos median un cigarrillo y una cerilla, y el suspense es saber si esa cerilla llegará a encender ese cigarrillo, si se llegarán a tocar fuego y cigarrillo, que sería como si se tocasen hombre y mujer, como si se tocasen sin hacerse daño, porque en realidad el hombre durante casi toda película si se acercaba a alguien, si se ponía a mano, parecía que solo podía ser para golpearle o retorcerle el brazo, no sabía hacer otra cosa el hombre cuando no pasaba lo que él quería, y en realidad nada conseguía a golpes, más bien parece que los personajes que consiguen algo son los que consiguen guardar la distancia adecuada, los que saben acercarse pero también alejarse, a algunos de ellos les debe de venir de oficio, porque el hombre y la mujer y otros más en realidad son actores de teatro, aunque casi nunca los vemos actuar, a ella un poco, a él nunca, más bien los vemos maquillarse y desmaquillarse y dejar que pase el tiempo en la tarde calurosa hasta que llegue la hora de actuar, pasan más tiempo entre representaciones que en escena, y durante ese tiempo se mienten y se hacen daño y se mueven a escondidas el uno del otro, son un teatrillo ambulante, el hombre cuando miente sonríe mucho y se le aceleran los movimientos o saca un cigarrillo, cuanto fuman los actores de teatro en esta película, debe de ser una manera de llenar el espacio y el tiempo, algo con lo que ocuparse y algo que dar a mirar a los demás mientras se disimula, mientras se está  intentando hacer otra cosa, como los trucos de manos de los magos, o también algo con lo que ponerse en escena para sí mismo, algo con lo que distraer los nervios o el hastío, algo con lo que hacerse trucos de manos a uno mismo, el cigarrillo es un poco de teatro que se cuela fuera del escenario y a falta de verle en el teatro es de lo poco que le vemos actuar al hombre, su teatrillo itinerante de mentiras y broncas, la verdad es que no actúa muy bien fuera de los escenarios, cuando miente se le nota y cuando se enfada pierde el control, cuando se enfada actúa muy mal, supongo que a casi todo el mundo le pasa, se nos descontrola el espacio y el tiempo, perdemos el ritmo del cuerpo, este hombre da golpes o grita insultos, hay que ver cómo le grita a la mujer, con una barrera de lluvia entre los dos, cada uno de un lado de la calle, con la violencia de la lluvia sustituyendo por una vez a la violencia de los cuerpos, si eso fuese un escenario seguro que ya todo el mundo se habría ido del teatro, qué gestos más poco medidos, qué bronca más previsible, al final resulta que para este hombre nada va del escenario a la vida y puede ser que tampoco vaya nada de la vida al escenario y que por eso las representaciones sean un fracaso, el hombre no es como una chica joven de la compañía, que sí sabe llevarse los trucos de la escena a la vida, que sí sabe jugar con las distancias, con el acercarse y alejarse, hay que verla apoyada contra un barco, hay que verla alejarse por un pasillo oscuro, no es solo el teatrillo de la seducción, pasada la seducción y llegado el amor todavía le queda por reflejo ese sentido de la escena, ese sentido de la distancia, eso que el viejo actor ha olvidado y que a última hora quizás recuerda, capaz por fin de acercarse sin golpear, capaz al fin de hablar sin acelerarse, capaz de fumar lentamente, capaz de traerse un poco del ritmo del escenario al ritmo de la vida y así, quizás, recordar también qué era el escenario, qué eran sus distancias y sus tiempos, y, de nuevo, volver a ser en el escenario, más allá de la rutina, actor. 
(La hierba errante, Yasujiro Ozu)

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