jueves, 27 de noviembre de 2014

Iván, Iván, no abrazas donde debes


... el caballo dice Iván Iván, no golpeas donde debes, y así es toda la primera parte de Arsenal, detener la guerra, detener el ruido de la guerra, y pensar y mirar y preguntarse dónde está el enemigo, saber dónde hay que golpear, no aceptar la guerra que les dan, no aceptar el nombre, ucranianos, que les dan, no, se dicen obreros, no ucranianos, y cambiando la palabra, cambiando el nombre que se dan, cambia todo, cambiar de nombre es cambiar de enemigo, en el tiempo del cine mudo, cuando hasta los caballos hablaban, cada palabra importa, cada palabra puede cambiar la realidad, y cambiando de nombre ven claro al enemigo, saben dónde disparar, y no digo disparar por decir, sino porque en Dovjenko al enemigo se le dispara y te dispara, es un tiempo violento, muy violento, y suceden cosas que no pasan, creo, en otras películas, un burgués con su bigote y sus gafas le grita que se ponga de cara a la pared al obrero que acaba de hacer saltar por los aires la tanqueta Ucrania Libre, para poder dispararle por la espalda, y el obrero se pone de cara la pared, pero luego no, luego se da la vuelta y de frente camina hacia el enemigo, así no eres capaz de dispararme, eh, y le quita la pistola de la mano, pues yo sí soy capaz, y le dispara, al enemigo desarmado, a bocajarro le dispara, y sus razones tiene, pero lo que me importa ahora es que esto, creo, no se ve así en otras películas, siempre habrá un gesto del otro, digamos "el malo", que justifique el repentino disparo del bueno, aquí no, aquí, como en Aerograd, se ejecuta al enemigo, no es un duelo, no, se dispara a un hombre desarmado, en Aerograd, que yo recuerde, dolía, porque habían sido amigos aquel que dispara y aquel que muere, el bueno y el malo, el justiciero y el traidor, y además eran los dos hombres impresionantes, hombres del bosque, y uno habría podido creer que eran ante todo eso, hombres del bosque, más allá de los bandos, pero no, y un amigo disparaba al otro, también el amigo era enemigo, y hará falta otra película, Okraina, de Boris Barnet, quizás, entre otras cosas, el más simpático de los cineastas, para dar la otra cara del problema, Iván, Iván, no abrazas donde debes, saber reconocer al enemigo en el que se dice amigo, pero también saber reconocer al amigo en aquel que lleva el uniforme enemigo, para Barnet lo uno no va sin lo otro, saber decir quizás sea alemán, pero también es zapatero, como yo, y tender la mano, no es fácil, no, y hay también el más lindo y divertido de los cortejos cuando la chica rusa se emperifolla de domingo, se pone colorete en las mejillas y en los labios y se va a ver al prisionero alemán que anda errante por la pequeña ciudad rusa, hay que ver cuantas cosas graciosas es capaz de inventar Barnet con los bancos, sentarse de golpe en un banco, levantarse de golpe de un banco, acercarse de a poquito, si por algo hay que luchar es por la justicia, sí, y también por la felicidad, o por la comedia, la comedia como en Barnet, que es el atajo más rápido para mostrar y compartir la felicidad y volveremos a ella, volveremos a esa risa en tiempos de guerra, volveremos a Okraina...

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