...hay una película de Wang Bing en la que un hombre sin nombre cocina en su cueva de tierra, limpia un calabacín que ha hecho crecer en la tierra roja, en la tierra que parecía imposible, lo limpia con unas manos que vistas de aquí diríamos que están sucias, pero ya ves qué cosas, no, no están sucias, puesto que limpian, terrosas limpian, y luego esas manos cortan el calabacín, con unas viejas tijeras lo cortan, cacho a cacho, dejándolos caer en una olla o sartén o no sé yo, y luego esas mismas tijeras cortan un trozo de carne, o más bien un trozo como de piel, quizás de cerdo, algo sin duda con grasa, pero esto no lo cortan en pedacitos, no, sino que es como si le hiciesen flecos, y luego las manos hunden el trozo de animal entre los trozos de calabacín, lo entierran allí en el fondo de la sartén o de la olla o qué sé yo, y lo tapan todo, y ahí ya cambia el plano, ahí ya hay una elipsis, y luego el hombre se come el calabacín con un bol roto de algo que no sé si es arroz, y no es que yo tenga mucho más que decir, no ahora, es una secuencia en la que uno aprende a cocinar calabacín, sí, y me gustan esas manos terrosas y cuidadosas, y antes uno ha visto la tierra roja y que parecía reseca donde ese calabacín va a crecer y ha visto los trabajos silenciosos del hombre sin nombre para hacer dormir en esa tierra roja algo que un buen día empiece a crecer, y ha visto al hombre quedarse dormido en la cueva de tierra y al despertar era otra estación y en la tierra roja ya asomaba el verde, y luego el verde ya había crecido hasta ser tan alto como el hombre, qué asombro las plantas, y luego ya venía lo del calabacín, y de nuevo la tierra se volverá parda monocroma...
(El hombre sin nombre, Wang Bing)
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