domingo, 10 de mayo de 2015

interior exterior noche



... la cámara se mueve, por la casa se mueve, todos están atentos, todos escuchan, y el movimiento es como una rima, ya antes se movió por aquí, y volverá a hacerlo, es el estribillo o, quizás, la manera de hacer que reconozcamos el lugar, los espacios siguen ahí, los espacios no cambian, pero cambian las vidas dentro de ellos, y lo que hay ahora es una madre y su hijo, y todo lo demás al fondo, la gente que trabaja en la casa, el otro hijo que le gustaría intervenir y no puede, lo que hay ahora son dos cuerpos casi inmóviles, casi silenciosos, él con el uniforme de colegial, con gorra, la cabeza gacha, ella que se sienta, qué cansancio de años, qué cansancio de vida, las manos sobre el regazo, la barbilla le tiembla al hablar como si se fuese a echar a llorar, y entre ellos una diagonal, entre ellos todo ese espacio que hay entre dos vidas que se alejan, y cuanto silencio también, cada palabra es un mundo, cada palabra es un acontecimiento, tímido o cortante o desesperado, cada silencio habla, y he aquí el primer llanto que llega, el de ella, y he aquí el segundo llanto que llega, el de él, y es simplemente una mano que viene al rostro para borrar las lágrimas que aparecen, y este plano hay que verlo, es un plano general, es toda la casa, todo el peso de la casa, del mundo, y él allí en medio, allí chiquito, y ella de espaldas, el cine es un arte del espacio, el espacio entre los seres, el espacio en el que habitan los seres, y ahora cerca, y ahora lejos, ahora el rostro, ahora el mundo, y en ese plano general, en esa mano que viene a borrar las lágrimas, está la casa, está el mundo entero, el espacio exterior, la tierra que es un astro y que flota ahí, y también está el espacio interior, está la pequeña herida esa que hay en el niño y en la madre, la pequeña herida del cansancio y la dificultad de vivir, está el pequeño espacio interior que llora y seca sus lágrimas en medio del gran espacio exterior, qué noche (oscura y del alma), qué miedo, y el niño se descalza y se va, y la madre queda ahí, en el mundo, de espaldas a nosotros, medio tapada por una columna, y ahora, ya sola, llora, sin retenerse llora, y no nos acercamos, no, no hay manera en ese momento de acercarse a ella, está lejos, muy lejos, está sola, muy sola...
(Cuatro estaciones de los niños, Hiroshi Shimizu)

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