domingo, 19 de abril de 2015

¡Oh! ¡La justicia!


Le trajeron una mañana un cuadro que estaba firmado por él. 
- Eso, dijo, ¡no es un Corot!
- Entonces, voy a hacer que lo arresten, gritó el portador del cuadro.
- ¿A quién? interrumpió Corot, inquieto. 
- Al que me lo ha vendido, claro, al falsificador. 
- ¿Arrestarlo? Pero si tiene hijos, está casado, ¡será la miseria para ellos!
- ¿Qué más da? Es un falsificador, la justicia...
- ¡Oh! ¡La justicia! Falta tan poca cosa para que sea un verdadero Corot. Tenga. 
Y cogiendo el pequeño cuadro, el maestro convirtió la falsificación en un Corot, cuyo feliz propietario podía garantizar dos veces la autenticidad. 

Se podría decir:
Es la historia de tres hombres felices. Uno ha conseguido colocar su falsificación, otro tiene a pesar de todo su cuadro auténtico, el tercero ha pintado un cuadro. Todos contentos.
O también:
Es una pequeña fábula sobre la palabra "justicia". ¡Oh! ¡La justicia! Hay aquí una sola palabra y dos justicias. Una es la ley y esa es la que usa el feliz propietario. La otra se hace a pesar de la ley y es la que practica Corot. Es como una justicia de contrabando. Solidaridad de pintores, se podría decir. Pero el feliz propietario sigue siendo el feliz propietario, la ley no se ha movido, ha sido evitada, con una pincelada por aquí, una pincelada por allá.
Por otra parte:
Lo que hace Corot no es firmar el cuadro, porque ya estaba firmado. Lo que hace es corregir el cuadro, un toque por aquí, un toque por allá, no falta tanto para que ese cuadro sea de veras un cuadro, apenas dos o tres aciertos. El feliz propietario quizás quiera, ante todo, presumir de tener un verdadero Corot, sea lo que sea eso, pero Corot lo que le da no es tanto un verdadero Corot como un cuadro, simplemente, bueno. O mejor.
Hay otra historia parecida. Corot le compra dos cuadros a un mal pintor italiano que necesita dinero con urgencia. Al poco de irse el pintor Corot se queda mirando los cuadros y acaba por coger el pincel. Se los devolveré cuando vuelva a la ciudad, si es que los reconoce...
Hay, supongo, más cosas en esta historieta como de vieja película, como de pintores irlandeses en una de John Ford, y quizás podría haber una película así, una película sobre un pintor hecha de nadas y casi nadas y el tiempo que pasa, pintando día tras día, entre árboles y paisajes al amanecer, algo de cerveza y algo de tabaco al anochecer, cada vez más suelta la mano, más segura la mirada, más dinero en la casa, más viejo el pintor, y sería difícil, claro, no se le podría de verdad mostrar pintando, la pintura tendría que entrar de otra manera en la película, el tiempo y el espacio que le rodea en el trabajo diario y madrugador. Y tabaco y cerveza e historietas como de monjecillo pintor.

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