jueves, 16 de abril de 2015

los últimos cigarrillos






... sí, no más un puñado de cigarrillos arrojados al agua, es extraño emocionarse con eso, con un niño que tira sus últimos cigarrillos, en las películas acostumbramos más bien a emocionarnos con otras cosas, con los cigarrillos a escondidas, con los cigarrillos a pesar de los adultos, pero es que esta es una película de huérfanos, esta es una película donde ese otro mundo de los adultos de orden está ausente, niños errantes por Japón en compañía de un soldado que alguna vez fue, él también, un huérfano, una película donde los niños no se van de pellas, sino que huyen del trabajo en las salinas para ir a espiar por la ventana de un colegio cómo es esa otra vida de los niños de horarios regulares, los niños con padres leen, leíamos, aventuras de huérfanos, aventuras de niños sin padres, los huérfanos de la película trazan números en la arena, intentan recordar cómo era eso de sumar, cómo era eso de multiplicar...
... y si todo esto emociona tanto quizás sea porque el soldado también fue huérfano, porque el camino que ellos siguen es el camino que él siguió, o quizás no sea nada de eso, quizás la emoción venga de lo poco que habla el soldado, de lo poco que insiste, el soldado, que en realidad ya no es soldado, ya acabó la guerra, pero no tiene nada que ponerse, nada más que el uniforme, el soldado actúa, apenas da sus razones, y los niños deciden seguirle o no seguirle, hacer como él o no hacerlo, y a eso el soldado lo llama, la única vez que habla con alguien más mayor, con una chica que de vez en cuando se cruzan en su camino, lo llama amor, dar amor, que resulta que no es algo que se dice y no son tampoco gestos de amor, gestos que no tengan más finalidad que significar el amor, no, el amor aquí es atención y acciones y preocuparse por el otro sin obligarlo, hacerle sentir vivo y capaz...
... y esto no es todo, claro, también hay, por ejemplo, un personaje que podría ser el malo, pero en realidad apenas aparece, y malo lo que se dice malo solo lo es una vez y, al final, corriendo con su muleta, porque es un mutilado de guerra, tiene la ocasión de unirse allí a lo lejos a la alegría final, porque la alegría final, olvidaba decirlo, sucede allí a lo lejos, y hay otras cosas en la película que suceden tan a lo lejos que simplemente las imaginamos, simplemente pensamos que podrían ser...
... y todas esto que digo son razones, son ideas, pero luego, o antes, está lo que vemos, están un plano y luego otro y luego otro, y la emoción es también eso, quizás sea sobre todo eso, ese plano que se vacía de niños y queda solo uno, muy muy silencioso, cerrado, y luego vemos lo que ve, a los otros niños que corren a bañarse, y el soldado con ellos, y la ropa tendida ahí arriba, en lo alto del plano, plano contraplano, un mundo y otro mundo y el silencio cerrado e inmóvil del niño, y luego cómo avanza hasta cámara, hasta no ser más que manos que muestran los cigarrillos que tenía en los bolsillos...
... y en realidad esta no es la escena más bella de la película, pero es que las más bellas no se pueden contar, no se pueden ni siquiera anunciar, tienen que llegar por sorpresa, sin avisar, y son tristes, tan tristes...

(Los niños de la colmena, Shimizu)

No hay comentarios:

Publicar un comentario