lunes, 16 de febrero de 2015

un, dos, tres, zarpazo





... y andando el tiempo resultó que no es que el montaje fuese todo, sino que todo era montaje, el encuadre era montaje, la luz era montaje, la música era montaje, y el trabajo de los actores también, claro, y por eso parece que actúan de pose en pose, rápidos y de pronto inmóviles, tensos, porque su trabajo también es montaje, no lo digo yo, lo decía Eisenstein, no se trataba de representar, de simular la realidad, sino de elegir los signos y gestos y momentos privilegiados, aquellos que al juntarse darían la imagen más clara y fuerte y eficaz de lo que le pasa al personaje en ese momento, sí, porque el montaje era dar a ver, pero dar a ver quitando, reduciendo, como tallando en la piedra de la realidad, de fijo en fijo, un, dos tres, al escondite inglés, ahora estoy quieto, ahora también, pero no en el mismo sitio, sí, montar era también, quitar, quitar para no ver todo, porque resulta que para ver mejor era preferible no ver todo, porque la verdadera eficacia era hacer que el espectador participase, que el espectador trabajase, ahora un momento, luego otro, ahora un gesto, luego otro, así, en discontinuo, fuera de la realidad, puro sentido, cálculo mental, pura atención, hasta el agotamiento, claro, Iván el terrible agota de puro tensa, de tanta atención que Eisenstein le puso a cada instante, a cada centímetro de cada plano, y de tanta atención que nosotros le ponemos, su atención llama a la nuestra, sí, en esta película la capacidad de atención de un hombre habla a la nuestra, nos invita al placer tenso de estar atentos, aunque quizás esa tensión sea también cosa del mundo cerrado, del mundo de catacumbas y paredes grises y conjuras, la tensión de un mundo cerrado y peligroso, la atención que haca falta para sobrevivir en ese mundo, para no beber de la copa envenenada, para no recibir la puñalada por la espalda, la mirada tensa del zar que atrapa al que mira, que lo clava como una mariposa con un alfiler, sí, el zar se mueve veloz entre poses, entre momentos en los que se queda fijo y tenso como un arco, porque el zar tiene que ser eficaz él también, el zar tiene que ser todo sentido, todo momentos privilegiados, el zar tiene que ser todo zar, y es como un ballet, es otro mundo, este mundo pero montado, todo él montado, como a veces sucede, Eisenstein había visto tantas veces la Historia haciéndose, Eisenstein había reinventado tantas veces la Historia haciéndose...

(Iván el terrible)

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