miércoles, 25 de diciembre de 2013

mantener las distancias




El niño tiende la mano para coger la comida, sí, pero sin despegar los pies del suelo, sin que se pueda decir, en el fondo, que se ha movido, que se ha acercado.

Justo después hay una secuencia que empieza muy triste, o muy cruel, y se acaba convirtiendo en muy divertida, sin dejar de ser cruel, sobre este arte de guardar las distancias. La mujer intenta abandonar al niño, el niño vuelve y camina a la distancia justa de la mujer, la distancia perfecta para no perderla sin estar a su alcance, y entonces ella se para y hace ademán de tirarle algo al niño, a poco que el brazo de ella se adelanta haciendo ese gesto él se inclina paralelo al brazo de ella, siempre la misma distancia. Luego ella amenaza con morderlo y echa a correr tras él, y él echa a correr para que no le atrape, pero siempre a la misma distancia, y luego ella se para, y vuelve a caminar, sigue su camino hacia delante, y él la sigue de nuevo, a la misma distancia.

En realidad hemos visto esto cientos de veces, ¿no? Aunque ahora no me salen más ejemplos, pero está claro, este juego de la distancia permanente, ni me despego de ti ni me acerco más es como un vieja rutina cómica, y como las viejas rutinas cómicas siempre funciona, alguna verdad habrá en ellas y en este caso una verdad que le conviene especialmente al cine, que parece hecho para eso, para medir la distancia entre los seres. Y esta rutina no puede concluir sin que de pronto el juego de la distancia inamovible se rompa y los dos cuerpos se encuentren. Aquí es muy bonito. Sucede, claro, tras la mayor distancia de todas, tras la angustia contenida, y luego no tan contenida. Y cuando por fin se tocan es una palmada en la espalda, un cachete casi, como si fuese un recuerdo de la antigua manera de moverse, ya no sólo te quiero sino que lo sé y puedo decirlo y aún así cuando por fin te toco es así, recuerdo de la violencia anterior, recuerdo de las distancias complicadas.

Sí, esta película es un viejo número que ya hemos visto y que volveremos a ver, cuadro de adulto solitario con niño (bueno, aquí aparece alrededor el vecindario, Historia de un vecindario se titula la película). La presencia del niño, claro, empieza siendo un problema. Luego lo será su ausencia.

Viendo la escena que os decía antes, cuando la mujer intenta engañar al niño en la playa para poder abandonarlo, me puse a pensar en las dos o tres crueldades de la escena. Porque está la crueldad de la mujer claro, o más bien su frialdad, su insensibilidad. Pero está también la del cineasta, que es crueldad con todos, con el niño y con el espectador y sobre todo con la mujer, o eso pensé yo, la crueldad mayor del cineasta en una escena así es para con el personaje frío, el personaje que hace el gesto que lo revela como terriblemente inhumano. Qué difícil es mostrar un gesto así. Y qué extraño puede ser el cine, si uno lo piensa bien. Hacerse daño, hacer daño a todos, personajes y espectadores, confiando en que alguna verdad saldrá de allí, confiando en que el daño de la ficción puede de alguna manera volverse un bien al ser filmado y mostrado. Decidme, por favor, ¿me seguís? Y si me seguís, ¿a donde vamos?

(La película, por cierto, es de Ozu y es de 1947. Rara vez hablamos nosotros de las películas de Ozu, ¿no? Pronunciamos su nombre a menudo, muy a menudo, pero ¿hablamos de las películas? Me refiero a nosotros tres. Ya la veréis y me diréis, yo di varios saltos en mi sillón, saltos porque la composición de los planos es bella casi casi de llorar, y no sé muy bien el porqué, es simplemente la cámara puesta en el sitio adecuado para que de pronto las distancias entre todas esas líneas que lo componen sean justas. Y di saltos también por varios cambios de plano, hay una secuencia, con uno de esos colchones tendidos de Ozu, donde te vas enterando de las cosas plano a plano, y todo es cuestión de una gran mancha en el centro del colchón... Esa mancha volverá a aparecer más tarde en la película, por cierto, algo como “mojar la cama” es aquí importantísimo, un elemento de guión de primer orden, con esa perspectiva diferente que dan la infancia y la soledad, de pronto un colchón manchado puede asustar, puede parecer irremediable. En realidad hay muchos gestos, muchísimos, de gesto en gesto y tiro porque me toca, de rima en rima va avanzando la película, a ver si la veis, y no es que os la quiero vender pero además, ¿sabéis qué? Sale Chisu Ryu cantando.)

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