El niño tiende la
mano para coger la comida, sí, pero sin despegar los pies del suelo,
sin que se pueda decir, en el fondo, que se ha movido, que se ha
acercado.
Justo después hay una
secuencia que empieza muy triste, o muy cruel, y se acaba
convirtiendo en muy divertida, sin dejar de ser cruel, sobre este
arte de guardar las distancias. La mujer intenta abandonar al niño,
el niño vuelve y camina a la distancia justa de la mujer, la
distancia perfecta para no perderla sin estar a su alcance, y
entonces ella se para y hace ademán de tirarle algo al niño, a poco
que el brazo de ella se adelanta haciendo ese gesto él se inclina
paralelo al brazo de ella, siempre la misma distancia. Luego ella
amenaza con morderlo y echa a correr tras él, y él echa a correr
para que no le atrape, pero siempre a la misma distancia, y luego
ella se para, y vuelve a caminar, sigue su camino hacia delante, y él
la sigue de nuevo, a la misma distancia.
En realidad hemos
visto esto cientos de veces, ¿no? Aunque ahora no me salen más
ejemplos, pero está claro, este juego de la distancia permanente, ni
me despego de ti ni me acerco más es como un vieja rutina cómica, y
como las viejas rutinas cómicas siempre funciona, alguna verdad
habrá en ellas y en este caso una verdad que le conviene
especialmente al cine, que parece hecho para eso, para medir la
distancia entre los seres. Y esta rutina no puede concluir sin que de
pronto el juego de la distancia inamovible se rompa y los dos cuerpos
se encuentren. Aquí es muy bonito. Sucede, claro, tras la mayor
distancia de todas, tras la angustia contenida, y luego no tan
contenida. Y cuando por fin se tocan es una palmada en la espalda, un
cachete casi, como si fuese un recuerdo de la antigua manera de
moverse, ya no sólo te quiero sino que lo sé y puedo decirlo y aún
así cuando por fin te toco es así, recuerdo de la violencia
anterior, recuerdo de las distancias complicadas.
Sí, esta película
es un viejo número que ya hemos visto y que volveremos a ver, cuadro
de adulto solitario con niño (bueno, aquí aparece alrededor el
vecindario, Historia de un vecindario se titula la película). La
presencia del niño, claro, empieza siendo un problema. Luego lo será
su ausencia.
Viendo la escena
que os decía antes, cuando la mujer intenta engañar al niño en la
playa para poder abandonarlo, me puse a pensar en las dos o tres
crueldades de la escena. Porque está la crueldad de la mujer claro,
o más bien su frialdad, su insensibilidad. Pero está también la
del cineasta, que es crueldad con todos, con el niño y con el
espectador y sobre todo con la mujer, o eso pensé yo, la crueldad
mayor del cineasta en una escena así es para con el personaje frío,
el personaje que hace el gesto que lo revela como terriblemente
inhumano. Qué difícil es mostrar un gesto así. Y qué extraño
puede ser el cine, si uno lo piensa bien. Hacerse daño, hacer daño
a todos, personajes y espectadores, confiando en que alguna verdad
saldrá de allí, confiando en que el daño de la ficción puede de
alguna manera volverse un bien al ser filmado y mostrado. Decidme,
por favor, ¿me seguís? Y si me seguís, ¿a donde vamos?
(La película, por
cierto, es de Ozu y es de 1947. Rara vez hablamos nosotros de las
películas de Ozu, ¿no? Pronunciamos su nombre a menudo, muy a
menudo, pero ¿hablamos de las películas? Me refiero a nosotros
tres. Ya la veréis y me diréis, yo di varios saltos en mi sillón,
saltos porque la composición de los planos es bella casi casi de
llorar, y no sé muy bien el porqué, es simplemente la cámara
puesta en el sitio adecuado para que de pronto las distancias entre
todas esas líneas que lo componen sean justas. Y di saltos también
por varios cambios de plano, hay una secuencia, con uno de esos
colchones tendidos de Ozu, donde te vas enterando de las cosas plano
a plano, y todo es cuestión de una gran mancha en el centro del
colchón... Esa mancha volverá a aparecer más tarde en la película,
por cierto, algo como “mojar la cama” es aquí importantísimo,
un elemento de guión de primer orden, con esa perspectiva diferente
que dan la infancia y la soledad, de pronto un colchón manchado
puede asustar, puede parecer irremediable. En realidad hay muchos
gestos, muchísimos, de gesto en gesto y tiro porque me toca, de rima
en rima va avanzando la película, a ver si la veis, y no es que os
la quiero vender pero además, ¿sabéis qué? Sale Chisu Ryu
cantando.)
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