martes, 8 de octubre de 2013

nunca falla el alfiler



El polen vuela, sí, mucho polen, nunca vi tanto polen en un plano, y suena la música y es primavera, esta es una película sobre la primavera, la vuelta a la vida tras el invierno, todo eso, al fin y al cabo, ahora lo entiendo la cámara empieza descendiendo, de panorámica en panorámica, desde las cumbres nevadas hasta las laderas floridas, sí floridas, y eso le pasa también a la protagonista de la película, o a la que mediada la película resulta ser la protagonista,hasta mediada la película no sabíamos quien podía ser el personaje central, si es que lo había, quizás era la chica joven, quizás el chico americano, quizás incluso el hijo con acento alemán, pero no, cuando por fin se decantan las cosas resulta ser la historia de esa mujer que ya ha pasado, se supone, la edad de amar y sobre todo de ser amada, pero que no se resigna a ello, no, no entra en razón, y se enamora, sí, de un hombre más joven, del chico americano, ella europea y mayor, él americano y joven e ingenuamente enamorado de la vieja Europa, de su memoria, de su historia.

La película se titula Le mirage, el espejismo, y es europea, transcurre al borde del lago Leman, la dirigió un hombre que parece evidentemente culto, Jean-Claude Guiguet, culto y confiado, al menos un poco, en las virtudes de la cultura y del conocimiento. El conocimiento de la música, de la historia, de la literarura, y también el conocimiento de las flores, ya lo decía antes, vuela el polen y esto es inusual, creo, y también el oír tantos nombres de flores y de algas, y ahora que lo pienso también el no verlas nunca en primer plano, se habla de flores y no se ve nunca ninguna de cerca, siempre esa masa de vegetación, esa vitalidad desbordada de la primavera.

Y se ve también a un personaje, la mujer protagonista, la madre, decir que es feliz, decirlo y repetirlo. ¿Y sabéis qué? Es verdad. Se nota, se le ve en la cara, es feliz, casi hasta la locura, hasta algo que se parece a la locura, qué miedo puede dar de pronto la felicidad ajena, la felicidad más allá de toda razón. ¿No es esto raro? Decidme, porque ahora mismo no lo sé, ¿no es inusual que un personaje de una película manifieste así su felicidad, con tanta insistencia? Dadme más ejemplos, por favor, ¿donde? ¿cuando? ¿cómo?

Y ahora me pregunto si este tema, la felicidad, no se ve siempre, o no se ve mejor, así, cuando llega a destiempo, cuando ya no se espera, cuando ya parece que ha pasado el tiempo natural de ser feliz. La felicidad de pronto la deben decir los que se supone que ya están más cerca de la muerte que de la vida. La deben decir porque para ellos es milagro, es lo inesperado. Y nada se ve como lo inesperado. Se ve y hasta da miedo, de pronto se han quebrado las leyes de lo natural, de pronto la vida resurge cuando parecía que ya era para siempre el invierno, las cumbres nevadas, etc, y no, claro, vuelve la primavera, les vuelve la primavera a los que ya parecían enterrados en vida.

Y entonces recordé otra película de Guiguet, Les passagers, había allí, de pronto, en un cementerio, una mujer que le hablaba a una tumba (ay, las escenas de alguien hablando a una tumba siempre funcionan tan bien... salvo cuando no funcionan, claro, entonces son horribles, particularmente horribles). La mujer le hablaba a la tumba del que fue su marido, o su compañero, o su enamorado, no sabemos, no recuerdo ya si sabemos, lo que sí recuerdo es que ella le dice que cómo es que él se fue antes que ella, no era eso lo que habían previsto, y sobre todo ella habla del miedo que siempre ha tenido a ser enterrada viva, son cosas que suceden, y cómo él le decía que bastaba con clavarle un alfiler en la planta del pie al supuesto cadáver, para saber si de verdad estaba muerto o no, es un recurso que nunca falla, y ella se pregunta ahora, ahora que él se fue, quién querrá clavarle un alfiler en la planta del pie a ella, a ella que aún sigue aquí.

Recordaba esta escena al ver Le mirage y pensaba que eso le pasaba al personaje feliz, que la daban por muerta y de pronto algo, alguien, le había clavado un alfiler en la planta del pie y ella había despertado, y de pronto todo se le hace, claro, maravilloso, y también maravillosamente doloroso, la primavera, el polen, las flores, el propio cuerpo, todo está ahí, luminoso, y todo puede de nuevo perderse, aunque ella tenga la fuerza de negar ese riesgo, que es lo que parece locura en su afirmación de la felicidad, en su entrega a lo que en ese mismo momento siente y espera, aunque se sienta allí, y al final llegue y la atrape y nos atrape, el olor de la muerte, que le da su color especial a la felicidad, una muerte de la que ya ningún alfiler clavado en la planta del pie podrá salvarnos, y quizás no hay película sobre la felicidad, explícitamente sobre la felicidad, que no tenga esa sombra necesaria, y otro día hablaremos más en profundidad y recordaremos, si os parece bien, un cuento de Ramuz, La paz del cielo, o cómo la sombra hace visible la luz. 

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