jueves, 27 de enero de 2022

con parche en el ojo

para C.R

¿Ves? Tienen palillos en la mano. Comen del mismo cuenco. Beben cerveza. Ella le mira y él no la mira. Al poco, él la mira y ella ya no le mira. Así van, lentos, un poco a destiempo. Por cómo están encuadrados la mirada de ella la vemos mejor que la mirada de él. Vemos que ella está triste. No vemos si él está triste. Quizás sí, pero sospechamos que no de la misma manera que ella. En dos días se van a tener que separar. Él se va a trabajar lejos de allí, a Hokkaido. Ella se queda. Son amantes pero ella no puede irse. Ella es una mujer "mantenida". 
Ninguno de los dos es un personaje central de la película. El hombre tiene una cierta importancia, es el hijo de una de las protagonistas. La mujer no ha aparecido antes y no volverá a aparecer después, aunque alguna vez han hablado de ella los otros personajes y alguna vez volverán a hacerlo. Pero en realidad los otros personajes y nosotros mismos no sabemos casi nada de ella. Saben lo que he dicho en el párrafo anterior, que es la amante de este hombre joven y que al mismo tiempo es la amante de otro hombre que tiene más dinero. De eso deducimos que a ella le gusta este hombre que está a punto de irse. Que le gusta este hombre y que se queda con otro hombre que le gusta menos. 
Sólo la vemos en esta secuencia y quizás lo que mejor recordaremos de ella sea la tristeza y, sobre todo, el parche en el ojo. Es un parche inesperado. No sabremos mucho más de ese parche (aunque me pregunto si para un espectador japonés de esa época ese parche podía hacer referencia a algo más evidente). En un momento de la secuencia ella se lo quita y le pregunta a él si todavía tiene el ojo rojo. Es lo único que dice en la secuencia (y en la película). Él le responde que no especialmente. Y ya está. Parece que lo que le pasa en el ojo no es nada grave. Es un pequeño estorbo pero que cae justo dos días antes de que su amante se vaya lejos. Es una de esas cosas pequeñas pero puñeteras que parece que solo suceden cuando de verdad molestan. A la tristeza de ella por la partida de él se le añade, creo, la tristeza menor, incómoda, un poco ridícula, triste porque precisamente en un momento así no se quiere ser ridícula, de no tener en esa ocasión la mejor cara posible, de que él se lleve de ella una imagen con parche o con ojo irritado. Ella sabe que en la distancia esos pequeños detalles pueden pesar mucho y pueden acelerar el desgaste del amor. En esta película la vida es así, llena de estorbos. Algunos de esos estorbos son más graves que este parche. Pero casi todos tienen algo parecido. Son aquello que pone la zancadilla cuando se querría estar pensando en otra cosa. Aquello que ni siquiera deja estar triste tranquila. Aquello que no se puede controlar, que te irrita el ojo sin que sepas el porqué. 
Al personaje sólo lo vemos en esta secuencia pero el detalle del parche, y el hecho de que ese detalle no se explique ni se resuelva, hace desbordar al personaje, nos hace presentir cosas de ella que nunca veremos. Es una película en la que siempre hay algo más que ver, otra cara de una situación. A veces vemos ese algo más, a veces un simple detalle nos hace adivinar que hay aún más. 
Dije que ni el hombre ni la mujer son personajes centrales de la película pero en realidad ningún personaje de la secuencia lo es. Aparecen, además, una mujer, dos hombres y un niño. A uno de esos hombres y a esa otra mujer, que son los que llevan el bar, los vemos en otros momentos de la película. Hay cosas que nos podemos preguntar sobre esa pareja que lleva el bar. Cosas que podemos imaginar por cómo se hablan y se reparten el trabajo (y mira cómo mira el hombre a la mujer cuando esta habla de buscarle un marido a la madre del hombre joven, y cómo mira la mujer al hombre cuando este se queda mirando a la mujer del parche). Pero también eso queda fuera de la película, parte sumergida del iceberg. 
Al principio de la secuencia sólo vemos a los amantes y luego van apareciendo los otros personajes, primero el hombre, luego la mujer. Cada uno aparece con una frase. En esta secuencia hay, más o menos, un plano por réplica (las réplicas no siempre son habladas, a veces basta con una mirada). Cada pequeña frase tiene su tiempo, sin que ese tiempo sea subrayado. Cada frase se escucha (o se lee en los subtítulos) y se comprende. Cada réplica, al ir en un nuevo plano, da una nueva perspectiva sobre el espacio. Aquí las réplicas juntan los pedazos de un espacio que nunca vemos completo, porque en realidad nunca se puede ver un espacio completo. La realidad, en esta película, nunca puede ser vista de una sola vez y en realidad nunca puede ser vista del todo. La película nos enseña que siempre puede haber otros pedacitos de espacio, de vidas, de detalles, que den un nuevo sentido. En cierto modo es una película hormiguita para espectadores hormiguita, un trabajo pedacito a pedacito e interminable. 
Esta no es, en realidad, la mejor secuencia de la película (las hay más largas, más complejas, más impresionantes), aunque en realidad en esta película no tiene sentido hablar de secuencias mejores, porque toda secuencia es piedrecita suplementaria que da una perspectiva nueva a lo que nos mostraron las anteriores, que a su vez será completada por las que sigan. Así funcionan también los planos dentro de la secuencia. Así funcionan, quizás, las vidas de los personajes, día a día, momento a momento, en una continuidad que a veces agota, que a menudo decepciona, y ante la que no saben si ahorrar o gastar.  
Hablé antes de la irritación en el ojo, estorbo menor, y ahora me doy cuenta de que hay otro estorbo menor en la secuencia, esa especie de cortina corta que casi hace caerse el sombrero del hombre que se asoma apenas un momento, preguntando por otro (y puedo decirte ahora que ese hombre por el que pregunta es un pequeño estorbo que en otro tiempo fue un estorbo casi mortal, porque también como estorbos podemos venirnos a menos). Esa cortina corta, que parece ser a las cortinas lo que las minifaldas a las faldas, ¿para qué servirá? ¿Tú sabes? Al principio de la secuencia la está poniendo ahí el señor del bar y esa acción le da movimiento al fondo del plano. En el siguiente plano, cuando el señor entra, la tiene que apartar con la mano, y eso le da un algo suplementario a su movimiento. En otra secuencia, en otro lugar, una cortinilla parecida estorba brevemente el verle la cara a otro personaje e impide que ella vea bien lo que tiene delante, en un momento en que el personaje está molesto y esos pequeños incordios la ponen nerviosa. Así que esa cortina corta debe de tener su utilidad pero en la película, discretamente, sirve sobre todo para estorbar, es una más de las molestias que la vida cotidiana nos pone a la altura de la cabeza, impidiendo que veamos bien, obligándonos a agacharnos. Y todo eso que impide ver, que obliga a agacharse, crea, al mismo tiempo, los detalles que son la vida misma de la película, tantos detalles por ver que resulta casi agotadora. Detalles que nos enseñan que el mundo puede ser, para el ojo, agotador e inagotable. 
(Crisantemos tardíos, Mikio Naruse)

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