miércoles, 8 de abril de 2020

apetito


El personaje entra en la película así: con la boca llena. Hablando y llenándose la boca y el plato todo lo que puede. No es que hablar con la boca llena sea cosa de mala educación, que quizás también, es sobre todo que no es práctico. Con la boca llena a uno no se le entiende bien cuando habla.  Hablando uno no mastica bien lo que come. Llenarse la boca y pretender hablar al mismo tiempo es meterse en un problema. Un problema menor, quizás, pero problema al fin y al cabo. El personaje, sin embargo, lo hace. Se mete siempre en problemas. También en este. Habla y come. Habla y mastica. Habla y traga. El personaje tiene su prisa, su apetito, su hambre y su necesidad. Por eso se empeña en hacerlo todo al mismo tiempo. Quizás lo que hace no sea muy práctico pero tiene su gracia. Hay algo gracioso en verlo así, comiendo, hablando y, a pesar de todo ese apetito, tan delgaducho. Como si todo eso que come nunca fuese a ser suficiente. Tiene su gracia y  hace que así, nada más verle, ya haya un personaje que existe. Un personaje que podría salir de ahí e irse a otra parte a vivir otra historia pero que sin embargo se queda aquí, en esta que estamos viendo. Con su apetito inagotable e insaciable. Con su apetito que hace que, ya de entrada, queramos saber más de él, que queramos acompañarle a donde vaya para así poder ver si en todas las otras cosas que hace es también así de hambriento, apresurado y poco práctico. Lo es. Al poco, además, va a tener que ponerse a correr de un lado a otro de la ciudad estando cojo por haber recibido un golpe. Hablar con la boca llena. Correr cojo. Es un personaje que avanza y vive a pesar de su cuerpo. A pesar de lo precario de su lugar en el mundo que le ha tocado. A pesar de su cobardía. A pesar de su tendencia innata o adquirida hacia la mala suerte. Estando él ahí, con la realidad de su hambre física y social, todo lo que se cruce va a ser verdadero, aunque sea una serpiente voladora azteca, porque todo lo que él haga con aquello que se le aparezca va a ser verdadero. Yendo con este personaje la película puede contar su historia como con la boca llena. Puede masticar y hablar. Puede hacer a la par lo más real y lo más irreal. Puede tomar todo lo que venga como hechos que hay que afrontar y resolver pero de los que no merece la pena dudar. No hay tiempo para hacerlo. La urgencia material no lo permite. Y, por si fuera poco, o ante todo, o antes que nada, están el hambre y el apetito de este personaje, que son tan reales (y tristes y divertidos) que a todo lo que los rodea lo vuelven real.
(Q - The Winged Serpent, Larry Cohen)

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