lunes, 10 de septiembre de 2018

la velocidad de un sí


háblame de las montañas

Ese que está sentado aquí delante, forma oscura, es el padre, esa que está de pie al fondo, forma clara, es la hija, están a punto de tener una conversación seria, una conversación de esas que deciden a qué puede ser que se parezca el resto de una vida, aunque ella estaba a punto de irse, ella cada vez que la cosa se pone seria parece que se va, o al menos vuelve la espalda y se queda así, un poco de tres cuartos espalda, no la vemos bien y aquellos que hablan con ella tampoco, no pueden saber en qué está pensando, así que le preguntan y preguntan y ella no responde, a veces desvía la conversación, a veces se calla, en esta película las cosas tardan mucho en decirse, ayuda un poco la casa en la que viven, con sus dos pisos, con su pasillo, hay manera de tener siempre algo que hacer, de tener siempre una razón para moverse, de movimiento en movimiento es fácil que una conversación no acabe nunca de llegar a donde se pretendía, es una de las cosas buenas de las casas grandes, se puede jugar al escondite, se pueden evitar conversaciones, se puede dejar que se deshagan en el aire, por muy sólidas que pretendan ser, la primera vez que sucede esto tiene mucha gracia, es el padre el que quiere decir algo pero no sabe bien cómo hacerlo y él y su hija no paran de moverse, movimientos de esos que son vida cotidiana, que no se nota que puedan ser trucos, dicen una frase y se van a otro lugar de la casa, así cada frase cae como con cuentagotas, además algunas de ellas ni siquiera ayudan a avanzar con lo que de verdad se quería decir, son frases como se ha acabado el jabón, hay que verlo, tiene gracia, tiene mucha gracia esto de que un personaje quiera decir algo que en el fondo es sencillo, sencillo pero importante, que nosotros sepamos que quiere decirlo pero la otra persona no y veamos los esfuerzos del que tiene algo que decir y las ideas que se va haciendo, la comedia a veces es eso, que algo tarde lo más posible en suceder o en decirse y a ser posible que cuando por fin se diga o suceda la respuesta sea sorprendente, la respuesta sea un poco en plan todo esto para esto, luego será la hija la que no quiera decir lo que de veras piensa a gente que en realidad sólo quiere que diga una palabra que es , porque esta es una película sobre casarse o no casarse y al final esto del matrimonio parece que se resume en esa palabra, , tan corta y tan rápida de decir, como un buen cuchillo cortando en dos un pepinillo, tan corta de decir que da miedo, porque es una sola palabra pero lo cambia todo, lo acelera todo, así que la hija no quiere decirla, la hija juega cada vez que puede a alejar el momento en el que hay que decir que sí o que no y a veces no tiene fuerzas ni ánimo para jugar y se queda callada, muy callada, enfadada, hasta con su mejor amiga,  aunque al principio no era así, en realidad al principio la hija hablaba con cualquiera, tenía una cosa un poco mágica, una magia tranquila, una magia tan cotidiana que si no se mira de cerca no se nota que es magia pero que hacía que todo el mundo se sintiese a gusto con ella, con todo el mundo hablaba, con todo el mundo pasaba momentos que parecían momentos felices, y no se podía desear más que un presente que siempre fuese así, ir de momento feliz y tranquilo en momento feliz y tranquilo, toda esta gente había vivido una guerra hacía pocos años y quizás necesitaban eso, momentos que no fuesen nada más que presente, apenas tocados por el recuerdo de lo que había pasado, apenas dirigidos hacia algún futuro, un presente en el que no hiciese falta decir porque en el fondo no hiciesen falta preguntas, como si las cosas pudiesen venir siempre así, suavemente, estar de pronto ahí, sin que haya hecho falta acelerar nada, sin que haya hecho falta la velocidad del sí, pero en realidad el tiempo no se puede detener, el tiempo que nadie ve pasa sin hacer ruido, pero pasa, y la película será así, largos momentos suspendiendo el sí y repentinas aceleraciones, cuando la chica que ahí vemos de tres cuartos espalda se dé la vuelta, se siente y hable con su padre sucederá una de ellas, en esta película donde siempre vemos con tiempo lo que un personaje piensa, lo que un personaje quiere decirle a otro, y donde importa más que nada ese tiempo que tardan las palabras en decirse, resulta que todo se decidirá por una mentira que no habíamos visto venir, por una mentira que nada había anunciado, algo que antes no estaba y de pronto está ahí, quizás para el personaje también sea así, de pronto idea y palabra van a la mismo velocidad, la velocidad del rayo, la velocidad de la electricidad, un poco más tarde sucederá otra aceleración, la aceleración del sí, y casi al final, cuando la hija haga un último intento por detener el tiempo, el padre hablará de nuevo y esta vez no acelerará, más bien parecerá que sus palabras se acompasan exactamente al ritmo del tiempo, ni lentas ni veloces, hablará del pasado y del futuro, de tener en cuenta lo que fue y lo que será, es muy emocionante tras todas esos momento en los que hablaban como evitándose, yendo del baño a la cocina, de la cocina al salón, y vuelta a empezar, ver cómo se hablan de frente, cómo se dicen lo que sienten y también lo que piensan, como si todo ese evitarse hubiese servido, también, para que de pronto sintiésemos lo singular de ver a dos seres que de veras se hablan, y entonces ese señor tan tranquilo que de lectura de viaje lleva Así habló Zaratustra hablará de cosas como el presente y el futuro y también evocará algo que resulta un poco enigmático, hablará de esos años durante los cuales su esposa fue infeliz, hasta que al fin se acostumbró a él, nosotros podremos pensar que quizás no fuese ella la que se acostumbró a él sino él el que cambió, porque tal y como lo vemos parece un señor que quizás no pudiese hacer a su esposa tan feliz como hace a su hija, pero tan tan infeliz como dice tampoco, así que este señor o recuerda mal lo que cuenta o tuvo que ser diferente en el pasado, aunque ahora nos cueste imaginarlo, mientras habla de la felicidad presente y de la felicidad futura y de como hay a veces que deshacerse de la felicidad presente, saber renunciar a ella, para empezar a hacer la felicidad futura, uno puede pensar que no, uno puede sentirse partidario siempre del presente, más vale pájaro en mano, pero es que a veces el presente es feliz y no se ve que ya nunca volverá a serlo tanto, hay que dejar al presente volverse pasado cuando aún estamos a tiempo para que otro presente pueda nacer, pueda hacerse, en realidad es una escena de ruptura, una linda y amorosa escena de ruptura que sucede con esa tranquilidad del principio, esa tranquilidad que hacía que la película más que una historia pareciese un lugar, un lugar habitable en el que estar sentado sin acabar de entenderlo todo, contentos por no tener que entenderlo todo, por poder dejar que el tiempo, los gestos y las sonrisas se sucediesen sin más, sin cargarse de demasiado sentido, de demasiado futuro, pero ahora la tranquilidad es otra, la tranquilidad no rehuye el sentido, no rehuye el paso del tiempo, como si los personajes hubiesen conseguido hacer del cambio una parte más de ese idilio presente, como si al presente feliz le hubiese estado faltando eso, el poder ser, también, el lugar del cambio.
(Primavera tardía, Yasujiro Ozu)

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