... vale, vale, vale que a veces uno tiene ganas de gritar ¡no! ¡cállense! ¡dejen de sermonear la pampa! y vale que la trama avanza de problema en problema perfectamente evitable, problemas evitables que los personajes se empeñan en no evitar, dificultades que los personajes se empeñan en inventarse allí donde parece que no hay más que pradera y horizonte y libertad, y en cierto modo la película va de eso, de los problemas y dificultades y reglas que los hombres son capaces de levantar en medio de una tierra llana y despejada, como si levantasen un poste, un símbolo, una cruz, no sé, algo vertical y arbitrario en medio de la inacabable horizontalidad de la naturaleza, y vale que al final a uno se le llevan los demonios cuando Martín el gaucho acepta como suyas las leyes de los otros, las leyes que desde el principio le han estado amargando la vida, le han estado poniendo puertas a la pampa, y vale también que los eternos labios rojos de Gene Tierney...
... vale, vale, vale todo eso, pero entonces por qué esta felicidad casi permanente de luces y sombras, de paisajes llanos sobre los que se recortan árboles, hombres y caballos, hombres verticales como postes, de pie sobre el lomo de los caballos, por qué esta felicidad de geometrías, de porches y arcadas en iglesias de ninguna parte, en catedrales de la ciudad, de repentinas apariciones a caballo de soldados que arrestan o de gauchos que asaltan...
... y digamos este momento, con todo lo que se dicen, a pesar de todo lo que se dicen, luz y sombra, caballo, árbol, cielo, el viento en las ramas tras el hombre y la mujer, la sombra del viento en las ramas sobre el rostro de la mujer que duerme, y, sobre todo, miradas que no se cruzan, yo te miro y tú no me miras, yo no te miro y tú me miras, apenas un parpadeo y te veo mirarme, apenas un parpadeo y ya no estás, aparición y desaparición del gaucho todo sombra contra la claridad del cielo nocturno, el gaucho leopardo, andando el tiempo, andando la película, ella y él sincronizarán sus miradas y entonces tendrán que empezar a inventar dificultades para no dejar durar la felicidad, para no dejar durar la libertad, pero por ahora no hay nada de eso, hay solo algo así como una pintura que se hiciese música, una pintura de luces y sombras que se hace música de miradas que no se cruzan, una música en movimiento permanente que casi hace olvidar lo que está sucediendo o quizás sea que lo que de verdad tiene lugar no sean los hechos y las aventuras, quizás lo que de verdad tiene lugar sea esa música...
(Martín el gaucho, Jacques Tourneur)
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