Nada como dar por azar
con una serie de televisión que nos marcó en la infancia. Nada como no dar con
la serie original sino con un remake. Si además es sábado por la noche y el
domingo uno se tiene que levantar temprano (muy temprano) para ayudar a un amigo
en una mudanza y además puede ver cuatro episodios seguidos, el efecto es
maravilloso.
La serie se llama
"V" y a mí, como a mucha gente, los primeros episodios de la serie
original me marcaron mucho. Yo me pregunto si en el fondo no sería de
algún modo una de mis primeras experiencias cinematográficas más auténticas. Y
algo de aquella impresión, de aquella huella quedaba porque me tragué los
cuatro episodios con interés, como si despertase en mí algo que estaba en los
íntimos hábitos de la sangre, que decía Borges.
Sin embargo la serie, el
remake, en el fondo, no me gustaba. No me gustaban los personajes. No me
gustaban los efectos especiales. No me gustaba casi nada. Pero la veía sin
pestañear.
Recuerdo que de niño yo
no veía mucho la tele, mucho menos que otros niños. Pero recuerdo que el
estreno del último videoclip de Michael Jackson levantaba casi tanta
expectación como el estreno de Terminator 2 o de Batman. Eran, de algún modo,
cosas parecidas, no muy diferentes entre sí.
El recuerdo de la serie
original y el visionado de estos capítulos del remake de "V" me
confirman algo que he pensado muchas veces: que un niño, en el fondo, puede ver
cualquier cosa, puede verlo todo. El mundo interior y la imaginación de un niño
son tan grandes, tan superiores, que son capaces de estimularse no sé si con
cualquier cosa pero sí con algo mínimamente bien hecho.
Weerasethakul ha hablado
muchas veces del impacto que produjo en él la película ET. Yo estoy convencido
de que lo que él vio es mucho mejor, mucho más grande, que lo que la película
es. Y de que es de eso que él vio de lo que están hechas sus películas.
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